LA ENCÍCLICA #LAUDATO SI’
SOBRE ECOLOGÍA INTEGRAL
A los cinco años del acceso al pontificado, la encíclica Laudato si’ del Papa Francisco destaca
como uno de los textos más relevantes de su papado. Se publicó en mayo de 2015,
meses antes de la firma del Acuerdo de París sobre el Clima, con una clara intención
de influir en esta cumbre internacional que acabó sustituyendo el Protocolo de
Kioto (vigente desde 1997).
Es una encíclica
de inspiración franciscana que comienza con la expresión Laudato si’ (Alabado seas mi señor,…), frase con la que se inicia
el bello “Cántico de las criaturas” de San Francisco de Asís. En ella el Papa
Francisco señala cómo el santo de Asís, en su hermoso cántico, nos habla de
nuestra hermana tierra, “que nos sustenta y gobierna, y que produce diversos
frutos con coloridas flores y hierbas”.
La importancia de la Laudato
si’ en la creciente preocupación por el medio ambiente radica en cuatro aspectos:
i) su resonancia en la comunidad católica de creyentes; ii) su vocación de
universalidad (al ser una apelación al conjunto de los ciudadanos, sean o no
católicos); iii) su contribución a la conciencia ambiental, y iv) la
articulación de su contenido temático en torno a un discurso ecológico integral.
Su resonancia y vocación de universalidad
Respecto a su resonancia, es obvia la importancia que tienen
las encíclicas papales, dada la amplitud de la comunidad católica de creyentes
(la primera más grande del mundo, con casi 1.300 millones de fieles, según
datos del Anuario Pontificio de 2017, que equivalen al 17,7% de la población
mundial). Su influyente red capilar extendida por los millares de parroquias
que existen por todo el mundo, así como de los centros de enseñanza católica y
de las diversas entidades asistenciales dependientes de la Iglesia, la
convierte en una potente fuerza de concienciación social.
Así ocurrió con la Rerum
Novarum (1891) de León XIII y la Quadragesimo
Anno (1931) de Pío XI (que tuvieron un efecto relevante en la participación social y política de los católicos impulsando la creación de la democracia cristiana y los movimientos de acción católica). También, con la Pacem
in Terri (1963) de Juan XXII (que impulsó el apoyo de la Iglesia al cambio democrático en países
de regímenes dictatoriales) y la Populorum
Progressio (1967) de Pablo VI (que supuso el reconocimiento de los
problemas de la pobreza como efecto del modelo de desarrollo económico y la implicación de los católicos en la lucha contra las causas del subdesarrollo).
Pero, a diferencia de otras encíclicas, destinadas en
exclusiva a la comunidad de creyentes, la Laudato
si’ no se dirige sólo a los católicos, sino que su finalidad es promover el
diálogo entre creyentes y no creyentes en torno a los temas relacionados con la
protección y conservación del medio ambiente, radicando ahí su singularidad.
De
hecho, en sus primeras líneas el Papa Francisco señala que es necesario entrar
“en diálogo con todos sobre nuestra casa común”, y recuerda también cómo otras
iglesias y comunidades cristianas, así como otras religiones, han “desarrollado una
profunda preocupación y una valiosa reflexión sobre el tema de la ecología”.
Su contribución a la conciencia ambiental
Otra particularidad de la encíclica Laudato si’ es que, a diferencia de los informes científicos (centrados
en aspectos parciales o sectoriales), aborda el tema ecológico de un modo integral. Es decir, hace referencia no sólo a su dimensión afectiva (sentimiento de identificación con los problemas ambientales), sino también a sus dimensiones cognitiva (conocimiento) y activa (conducta)
y a todo lo relacionado con las políticas públicas.
La dimensión
afectiva de la conciencia ambiental se observa ya en los primeros párrafos de
la Encíclica cuando señala que nuestra “hermana tierra clama por el daño que le
provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha
puesto en ella”.
Añade el Papa Francisco que “hemos crecido pensando que somos sus
propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla”, y que hemos olvidado que
“nosotros mismos somos tierra, y que nuestro propio cuerpo está constituido por
los elementos del planeta: el aire, que nos da el aliento, y el agua, que nos
vivifica y restaura”.
En este bello
preámbulo, la Encíclica apela a los sentimientos de identificación de todos los
seres humanos con la naturaleza, y manifiesta su preocupación por el deterioro
y expolio que sufren los recursos naturales del planeta, generando una relación
de empatía y orientando las conductas de los
ciudadanos hacia un uso racional y sostenible.
Pero la encíclica aporta también información para que la
conciencia ambiental se desarrolle sobre bases científicas y objetivas. En ella, el Papa Francisco asume los
descubrimientos científicos más recientes en materia ambiental, y los
desarrolla en varias secciones. En ellas, no sólo trata de los problemas que
suelen llamarse “macro-ecológicos” (cambio climático, capa de ozono,
deforestación,…), sino también de los micro-ecológicos (gestión del agua,
incendios forestales, residuos sólidos, abandono de los campos,…).
El Papa Francisco se sitúa claramente del lado de los
avances científicos que reconocen el problema del cambio climático. El eco que este posicionamiento puede tener
dentro de la comunidad católica es de una importancia extraordinaria, ya que da
argumentos sólidos a los creyentes para salir al paso de los que “niegan” la
evidencia del calentamiento global. Además, exhorta a los pastores de la
Iglesia a concienciar a la comunidad de fieles en el sentimiento y preocupación
por los problemas ambientales, haciéndolos partícipes del "cuidado de la casa
común” de la que habla el Papa Francisco y que es el subtítulo de la Laudato si’.
Asimismo, la Encíclica denuncia la falta de utilidad de las
políticas públicas debido a la prioridad que se le suele conceder a los
intereses económicos, y apela a la ciudadanía para que exija de los gobernantes
políticas más eficaces en los temas ambientales. En este sentido, el Papa
Francisco reflexiona sobre el modelo tecnológico imperante, reconociendo que,
si bien la tecnología contribuye a la mejora de las condiciones de vida, da “a
quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico de utilizarlo,
un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del planeta
entero”.
Por ello, denuncia las lógicas del dominio tecnocrático por
cuanto son las que, en su opinión, llevan a destruir la naturaleza y a explotar
a las personas y las poblaciones más débiles. Señala, además, que “el paradigma
tecnocrático tiende a ejercer también su dominio sobre la economía y la
política” impidiéndonos reconocer que el “mercado por sí mismo no garantiza el
desarrollo humano integral ni la inclusión social”.
Todas esas reflexiones convergen en el reconocimiento de que
en nuestra época hay un exceso de antropocentrismo, en la medida en que el
“ser humano ya no reconoce su posición justa respecto al mundo, asumiendo una
postura autorreferencial, centrada exclusivamente en sí mismo y en su poder”.
De ahí, según la Encíclica, se derivaría una lógica de “usar y tirar”, que justifica todo tipo de
“descarte” (sea éste humano o ambiental) y que trata al otro y a la naturaleza
como un simple objeto, conduciendo a otras formas de dominio.
Esta lógica deriva, en opinión del Papa Francisco, a
problemas tales como la explotación infantil, el abandono de los ancianos o el
reducir a otros a la esclavitud. Además, conduce a sobrevalorar las capacidades del mercado
para autorregularse o a practicar la trata de seres humanos y el comercio de
pieles de animales en peligro de extinción, “diamantes ensangrentados” o materias
primas de gran valor para los países ricos.
En esa misma línea, el Papa Francisco denuncia la
“concentración de tierras productivas en manos de pocos” o el acaparamiento de
tierras con fines especulativos en Africa por parte de grandes inversores o
incluso de las grandes potencias (land
grabbing), pensando en concreto en los pequeños campesinos de los países en
vía de desarrollo.
Su contribución
a la Ecología integral
El núcleo de la Encíclica es, en definitiva, su apuesta por
una Ecología Integral como nuevo paradigma de justicia, una ecología que
“incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con
la realidad que le rodea”.
Para el Papa Francisco hay un vínculo entre los asuntos ambientales y las cuestiones sociales, por lo que “el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos,…”. “No hay dos crisis separadas: una, ambiental, y otra social”, señala, “sino una única y compleja crisis socioambiental”.
Para el Papa Francisco hay un vínculo entre los asuntos ambientales y las cuestiones sociales, por lo que “el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos,…”. “No hay dos crisis separadas: una, ambiental, y otra social”, señala, “sino una única y compleja crisis socioambiental”.
Para el Papa Francisco, la “Ecología Integral” debe tener
efectos en la vida cotidiana y los hábitos de comportamiento de los
ciudadanos. En el capítulo V de la Encíclica se afronta la pregunta de qué
podemos hacer, ya que, como dice el Papa, “los análisis no bastan, sino que se
requiere propuestas de diálogo y acción que involucren tanto a cada uno de
nosotros, como a la política internacional, para que nos ayuden a salir de la
espiral de autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo”.
No obstante, plantea que la construcción de caminos no se puede afrontar de manera sectaria, superficial o reduccionista, siendo indispensable
el diálogo. Por ello, plantea la necesidad de contar con nuevos sistemas de gobernanza
global para toda la “gama de los llamados bienes comunes globales”, ya que, en
su opinión, “la protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al
cálculo financiero de costes y beneficios”. El medio ambiente, afirma, es “uno
de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de
promover adecuadamente”.
Finalmente, pone énfasis en la educación y la formación como
base para afrontar lo que el Papa Francisco llama la “conversión ecológica”
apelando al papel de la escuela, la familia, los medios de comunicación, la
catequesis,… en esa necesaria conversión".
La conclusión es, como ya lo planteó en su exhortación Evangelii Gaudium (2013), “apostar por otro estilo de vida”, que abra la posibilidad de “ejercer una sana presión sobre quienes detentan el poder político, económico y social”. Por ello, apuesta por impulsar cambios en los hábitos y comportamientos cotidianos, desde la reducción del consumo de agua a la separación de residuos o el ahorro energético en los hogares.
La conclusión es, como ya lo planteó en su exhortación Evangelii Gaudium (2013), “apostar por otro estilo de vida”, que abra la posibilidad de “ejercer una sana presión sobre quienes detentan el poder político, económico y social”. Por ello, apuesta por impulsar cambios en los hábitos y comportamientos cotidianos, desde la reducción del consumo de agua a la separación de residuos o el ahorro energético en los hogares.
“Una ecología integral, dice, también está hecha de simples
gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento
o del egoísmo”. En este sentido señala que “la sobriedad que se vive con libertad
y conciencia, es liberadora” y aboga por lo que ahora se denomina “economía
circular”, como antítesis de la economía del descarte y del consumismo sin
límites y del despilfarro, que ha dominado nuestras vidas en el último siglo, situándose
en sintonía con los movimientos slow-slow
tan extendidos hoy en día.
Potencialidades
y limitaciones
En este tipo de documentos que se sustentan en una base
moral, cabe siempre preguntarse sobre sus potencialidades y limitaciones. Tal
como ha ocurrido con las encíclicas ya mencionadas, no hemos de infravalorar su
potencial, dada la gran amplitud y extensión de la comunidad
católica. De hecho, la amplia red de entidades vinculadas a la Iglesia católica constituye un formidable tejido de concienciación social a través del cual los principios y argumentos de la encíclica Laudato si’ en pro de la defensa y protección del medio ambiente pueden extenderse removiendo conciencias y orientando las acciones ciudadanas tanto a nivel individual como colectivo.
Sin embargo, a pesar del potencial que encierra, son evidentes las limitaciones de la Laudato si’, y más en asuntos que tienen que ver con el modelo económico dominante, un modelo cuya lógica se fundamenta en la búsqueda del beneficio individual, y en el hecho de que para lograrlo no le importa expoliar sin freno los recursos naturales.
Sin embargo, a pesar del potencial que encierra, son evidentes las limitaciones de la Laudato si’, y más en asuntos que tienen que ver con el modelo económico dominante, un modelo cuya lógica se fundamenta en la búsqueda del beneficio individual, y en el hecho de que para lograrlo no le importa expoliar sin freno los recursos naturales.
De ahí que las limitaciones de la Laudato si’ son innegables, ya que la lógica del modelo económico
capitalista está interiorizada en el conjunto de los ciudadanos y se impone en
las acciones de los gobiernos como una lógica inexorable que no podría
modificarse a riesgo de generar problemas de falta de crecimiento económico y
de provocar desempleo.
No obstante, en un momento como el actual en que son los grandes actores
del propio sistema económico los que comienzan a tomar conciencia de los
límites del actual modelo de desarrollo y de sus efectos perniciosos sobre el
medio ambiente, una encíclica como la Laudato
si’ tiene un gran potencial como soporte moral de los gobernantes, así como
elemento activador de la conciencia ciudadana e impulsor de cambios en las
actitudes y comportamiento de la población.