CINCUENTA AÑOS DE LA ESCUELA DE INGENIEROS AGRÓNOMOS EN CÓRDOBA
(versión ampliada del artículo publicado en el Diario Córdoba el 08/05/2018)
En los primeros años d ye 1960, cuando España avanzaba en su década
desarrollista, se pone en marcha el proyecto de creación de una escuela de
ingenieros agrónomos en Andalucía, región agrícola por antonomasia.
La elección de Córdoba se debió sin duda al empeño de su impulsor,
el ingeniero agrónomo José Ruiz Santaella (1904-1997), natural del municipio cordobés de
Baena. Su trayectoria como agregado agrícola en la embajada española en
Alemania en los años 1940, y su prestigio profesional, le avalaban a la hora de
hacer su propuesta ante el correspondiente ministerio.
Entonces, sólo existía la escuela de agrónomos de Madrid, como ocurría con la mayoría de las
escuelas de ingeniería, y una recién creada escuela de Agrónomos en Valencia (que inició su actividad en el cuso 1960-1961). Crear otra escuela en la periferia era un
proyecto osado, pero no carente de fundamento.
A finales de los años 1950 y principios de la década de 1960, el gobierno español había
emprendido ya una política de modernización de la agricultura que, con criterio
descentralizador y con un objetivo eminentemente práctico y empírico, se basaba
en varios pilares.
Un pilar estaba formado por la política de concentración parcelaria, dirigida a las áreas de minifundio. Otro, por la política de colonización y transformación de zonas regales a través del INC (luego convertido en IRYDA), que permitió extender el regadío en las regiones latifundistas de secano sin alterar la estructura de la propiedad. El tercer pilar era la creación del Servicio de Extensión Agraria para llevar las nuevas técnicas de modernización agrícola directamente a los agricultores a través de oficinas de extensión asentadas en los territorios rurales, y a cuyo frente solía estar un ingeniero agrónomo. El cuarto pilar era la puesta en marcha de los primeros cimientos de un sistema de investigación agraria, a través de los diversos laboratorios que formarían más tarde la red de centros del INIA.
Un pilar estaba formado por la política de concentración parcelaria, dirigida a las áreas de minifundio. Otro, por la política de colonización y transformación de zonas regales a través del INC (luego convertido en IRYDA), que permitió extender el regadío en las regiones latifundistas de secano sin alterar la estructura de la propiedad. El tercer pilar era la creación del Servicio de Extensión Agraria para llevar las nuevas técnicas de modernización agrícola directamente a los agricultores a través de oficinas de extensión asentadas en los territorios rurales, y a cuyo frente solía estar un ingeniero agrónomo. El cuarto pilar era la puesta en marcha de los primeros cimientos de un sistema de investigación agraria, a través de los diversos laboratorios que formarían más tarde la red de centros del INIA.
Todas esas políticas fueron financiadas
con fondos internacionales (sobre todo, del Banco Mundial), gracias a los
acuerdos de España con los EE.UU. tras dos décadas de aislamiento internacional.
La creación, tras la de Valencia, de otra Escuela de Ingenieros Agrónomos fuera de Madrid
era, por tanto, un proyecto acorde con los nuevos tiempos del régimen de Franco,
pero necesitaba del apoyo político y de los recursos económicos que lo
financiara. Y ahí se produce un hecho a destacar, y que siempre me lo recordaba
mi abuelo cuando comencé a estudiar Agrónomos.
Me refiero a la contribución que
hicieron los propios agricultores a través de una derrama especial en su cuota
a las entonces Hermandades de Labradores y Ganaderos. Esa cuota extraordinaria
sirvió para contribuir parcialmente a la financiación del proyecto de la Escuela de Agrónomos y para que el
gobierno de entonces decidiera ubicarla en la capital de la provincia de
Córdoba, justo donde existía ya un incipiente centro de investigación agraria en
los terrenos de la finca Alameda del Obispo (centro conocido en la ciudad como la Granja del Estado).
El proyecto se aprobó en 1963 y se puso en marcha en 1968. Para el
primer claustro de profesores, Ruiz Santaella recurrió entonces a ingenieros
agrónomos ya experimentados (funcionarios de la delegación de agricultura de
Córdoba) y a jóvenes recién titulados de la escuela de Madrid y de la de Valencia.
Con esa
combinación de veteranía y juventud echó andar la ETSIA, cuya primera promoción
saldría en 1973, erigiéndose, junto a la Facultad de Veterinaria, en uno de los
pilares sobre los que se asentará la futura Universidad de Córdoba. Años más
tarde, en 1989, se ampliaría su oferta docente al incorporar la titulación de
ingeniería de Montes, convirtiéndose desde entonces la ETSIA de ayer en la
ETSIAM de hoy, plenamente integrada en el sistema público universitario.
En estos cincuenta años, los más de 6.000 egresados de la Escuela
han renovado las estructuras funcionariales de las administraciones agrarias
(tanto en el ámbito nacional como regional) y trasladado al sector privado una
red cualificada de expertos y científicos bien formados y preparados para
afrontar los retos del proceso de modernización en sus diversas fases.
La Escuela ha sabido adaptar sus enseñanzas a los
cambios que se han producido en el sector agroalimentario y forestal y en el medio rural, así como a las demandas
de la sociedad y a los retos del cambio científico y tecnológico.
Inicialmente, era una enseñanza orientada sobre todo a la formación de ingenieros agrónomos preparados para impulsar el desarrollo productivo del sector agrario a partir de los avances tecnológicos de la Revolución Verde de los años 1960 y 1970. Era ésta una revolución técnico-científica en el campo de la mejora vegetal, con importantes crecimientos productivos en determinados cultivos, como los cereales, gracias a las investigaciones desarrolladas en centros internacionales de investigación como el CIMYT de México, financiado por la Fundación Rockefeller y dirigido por el científico N. Borlaug, Premio Nobel de la Paz en 1970.
Más tarde en los años finales del siglo XX, se pasaría a unas enseñanzas más diversificadas, en las que lo agrario, lo forestal, lo rural y lo medioambiental tenían que ir de la mano para responder a los nuevos retos del desarrollo sostenible y la multifuncionalidad.
Inicialmente, era una enseñanza orientada sobre todo a la formación de ingenieros agrónomos preparados para impulsar el desarrollo productivo del sector agrario a partir de los avances tecnológicos de la Revolución Verde de los años 1960 y 1970. Era ésta una revolución técnico-científica en el campo de la mejora vegetal, con importantes crecimientos productivos en determinados cultivos, como los cereales, gracias a las investigaciones desarrolladas en centros internacionales de investigación como el CIMYT de México, financiado por la Fundación Rockefeller y dirigido por el científico N. Borlaug, Premio Nobel de la Paz en 1970.
Más tarde en los años finales del siglo XX, se pasaría a unas enseñanzas más diversificadas, en las que lo agrario, lo forestal, lo rural y lo medioambiental tenían que ir de la mano para responder a los nuevos retos del desarrollo sostenible y la multifuncionalidad.
Desde el comienzo del actual siglo XXI, los retos se han ampliado,
con el imparable avance de las nuevas tecnologías, la biotecnología, la
cibernética, los big data,… que han revolucionado el modo de gestionar la agricultura y los
espacios rurales. La emergencia de nuevos problemas como el
cambio climático o la calidad y seguridad de las producciones alimentarias constituye otro desafío para la profesión de los ingenieros agrónomos y de montes.
A esos nuevos retos da respuesta la ETSIAM desde el campus universitario de
Rabanales, ofreciendo una formación polivalente y cualificada a través de
departamentos interfacultativos en los que se combina docencia e
investigación y en un marco de creciente internacionalización.
Para ello colabora estrechamente con otras instituciones
especializadas en el campo de la transferencia e investigación agraria, forestal y de
desarrollo rural (como el IFAPA de la Junta de Andalucía o los centros del CSIC). En el caso de los dos institutos del CSIC ubicados en Córdoba (IAS e IESA), cabe señalar que, en su creación allá por la década de 1990, tuvieron un papel decisivo profesores de la ETSIA que apostaron por la colaboración institucional.
Asimismo, fue decisiva la participación de profesores de la ETSIA en la creación del ISEC (Instituto de Sociología y Estudios Campesinos) en los años 1980, un instituto universitario orientado a difundir las ideas de la Agroecología como reacción a los efectos negativos ya percibidos sobre el medio ambiente y la sostenibilidad de las explotaciones campesinas, del modelo agroquímico de la citada Revolución Verde.
Asimismo, fue decisiva la participación de profesores de la ETSIA en la creación del ISEC (Instituto de Sociología y Estudios Campesinos) en los años 1980, un instituto universitario orientado a difundir las ideas de la Agroecología como reacción a los efectos negativos ya percibidos sobre el medio ambiente y la sostenibilidad de las explotaciones campesinas, del modelo agroquímico de la citada Revolución Verde.
Además, fiel a su espíritu originario de ser un escuela con una
clara vocación de servicio a la sociedad, la ETSIAM ha mantenido una intensa relación
con entidades públicas y privadas del sector agroalimentario y forestal,
buscando sinergias con ellas y enriqueciendo con la actividad práctica la
formación de sus estudiantes (denominaciones de origen, cooperativas, bodegas, almazaras, industrias agrarias, grupos de desarrollo rural,...)
Son cincuenta años de enseñanza de calidad, de investigación de
excelencia y de compromiso social, que llenan de satisfacción a los alumnos que hemos pasado por sus aulas, y llenan de
orgullo al sector agrario y forestal y a la propia ciudad de Córdoba, cuyo
Jardín Botánico no habría sido posible sin la participación de los profesores
de la Escuela.
Hoy, en un mundo cada vez más abierto y competitivo, una ETSIAM
plenamente integrada en el campus de Rabanales de la UCO se esfuerza por ofrecer
una enseñanza de calidad sabiendo que tiene que competir con otras escuelas y
universidades dentro y fuera de España para atraer buenos alumnos y seguir estando en la vanguardia de
la investigación científica. Ese es el reto que tiene por delante y en el que
deberá concentrar sus esfuerzos y recursos en las próximas décadas.