¿SON EMIGRANTES NUESTROS JÓVENES
EN EUROPA?
EN EUROPA?
(Texto publicado en el Anuario Económico del Diario Córdoba)
La crisis económica de los últimos diez años hizo
que un número significativo de jóvenes españoles saliera de sus lugares de origen para buscar empleo
en otros países, especialmente de la UE. Según datos del INE, en 2018 había casi 800.000 jóvenes
españoles en el extranjero (un 80% más que al comienzo de la crisis en 2008).
Son por lo general jóvenes bien preparados, con
formación superior, que, en muchos casos, y tras alguna etapa inicial de
dificultad y adaptación, han encontrado en otros países europeos un puesto de
trabajo en sectores de su formación o afines a ella. Fueron decisiones tomadas libremente,
si bien impulsados por la necesidad ante la falta de oportunidades para
desarrollar sus proyectos profesionales en nuestro país.
Sin duda que son historias duras, no exentas de
fracasos y de difíciles experiencias personales, que han dado pie incluso a
películas de gran popularidad como “Perdiendo el Norte” (de Nacho G. Velilla).
Pero también son historias de éxito en las que se ha demostrado el valor de la
formación recibida y la capacidad de los jóvenes españoles para adaptarse a un
mercado de trabajo tan competitivo como el europeo.
El caso más evidente es el de los jóvenes formados
en el área de la salud (medicina y enfermería), cuya salida a Europa, ante la
precariedad de los empleos en nuestro sistema público de salud, es una de las
causas de que ahora haya un déficit importante de estos profesionales en los
hospitales españoles.
Pero también puede verse una trayectoria similar entre
los titulados de carreras técnico/científicas (ingenieros, biólogos, ciencias
ambientales…) cuya versatilidad les ha permitido encontrar empleo en
multinacionales de la categoría de Amazon, Airbus… y trabajar hoy en ciudades
como Cork, Londres, Frankfurt o Toulouse.
Hace sólo unas semanas la empresa nacional de
ferrocarriles de Alemania (equivalente a nuestra ADIF) convocó plazas de
maquinistas en las que se les daba preferencia a los jóvenes españoles en un
claro indicio de la alta valoración que se tiene de la formación recibida en
nuestro país.
¿Son nuevos
emigrantes?
Ante esta diáspora de jóvenes preparados, se habla
de pérdida de talento (fuga de cerebros, se decía antes), de pérdida de capital
humano para España y Andalucía. Algunos incluso lo han calificado de una nueva
ola migratoria de españoles a Europa proponiéndose planes de retorno para
recuperar el talento que se ha ido de nuestra tierra.
Este tipo de reflexiones se basan, en mi opinión, en
un cálculo algo simplista de costes/ beneficios, valorando, de un lado, lo que
nos cuesta la formación de un titulado superior en España y, de otro, la
pérdida de capital humano que representa su salida para trabajar a otro país de
la UE. Y digo simplista porque no se tiene en cuenta que esa formación se ha
financiado también, directa o indirectamente, con los recursos procedentes de
la UE, sobre todo de los fondos estructurales (FEDER, principalmente).
Desde mi punto de vista, no tiene sentido
considerar emigrantes a los jóvenes que se marchan a una UE de la que forman
parte. Es como considerar inmigrante a un joven de Bremen, de Rennes o de
Génova que trabaja en Andalucía. Tratar este problema como si fuera un caso de
emigración, ¿no es hacerlo con una mentalidad anclada en los años 1960 o 1970?
Europa, como
horizonte
Somos parte de la UE, y es todo el territorio
europeo el que se le abre a nuestros jóvenes como oportunidad de empleo y
desarrollo personal. Es un horizonte mucho más amplio para un joven que el que
representa Andalucía o España, y sólo se necesita estar bien cualificado y
tener una buena actitud para desenvolverse en un mundo, como el europeo, tan
competitivo, pero apasionante y lleno de oportunidades.
Seguro que muchos de los jóvenes que están hoy
fuera de España y Andalucía pasaron por la experiencia del programa europeo
Erasmus cuando fueron estudiantes universitarios. Como se sabe, el objetivo de
este Programa es facilitar el intercambio de estudiantes
de la UE, dándoles oportunidad a los jóvenes de conocer otros países europeos y
de abrir relaciones más allá de sus reducidos círculos locales.
El resultado lógico del Programa Erasmus es que
esos jóvenes, una vez finalizados sus estudios universitarios, abran sus
miradas, ensanchen sus objetivos y, sintiéndose parte de Europa, vean en la UE
un inmenso territorio de oportunidades donde desarrollar sus proyectos de vida.
Es verdad que la fuerza de los lazos afectivos con
los amigos y la familia es fuerte, y que en el corazón de cada joven late un
pulso de atracción hacia su tierra de origen. Pero también es verdad que hoy,
gracias a las ventajas que proporcionan las redes sociales y los medios rápidos
y baratos de transporte, es posible conciliar, de un lado, el sentimiento de
satisfacción por verse integrados en atractivos proyectos profesionales y, de
otro, la necesidad de cercanía con los seres queridos.
Más que tratar como un problema la situación de los
jóvenes españoles que están hoy en Europa desarrollando sus proyectos
profesionales, habría que impulsar programas que ayuden a que esos jóvenes sean
nuestro mejor capital relacional, el mejor puente de conexión de España y
Andalucía con el resto de Europa. Pero también un puente por el que lleguen a
nuestra tierra jóvenes de otros países de la UE buscando oportunidades para
desarrollar sus carreras profesionales. Es así como se hace Europa, y bueno es
recordarlo ahora que estamos ante un nuevo proceso electoral en la UE.
Mejorar el
tejido productivo
Creo que más que hablar de planes de retorno para
recuperar el talento que se nos ha ido, habría que hablar de reconstruir de
manera más sólida nuestro tejido productivo potenciando sectores de mayor valor
añadido.
Además, habría que dedicar recursos para, con
criterios de racionalidad y excelencia, renovar nuestro sistema de I+D+i
(universidades y centros de investigación), un sistema en el que, en la última
década, la media de edad del personal técnico y científico ha aumentado diez
años en una clara muestra de envejecimiento.
Sólo con acciones de ese tipo se podrá evitar que
continúen saliendo nuestros jóvenes titulados a buscar empleo fuera de España
por no encontrar oportunidades dentro de nuestro país. Lo importante es que la
opción de salida no sea impuesta a nuestros jóvenes por falta de oportunidades
aquí en España, sino que sea fruto de haber elegido libremente desarrollar sus
proyectos profesionales en el horizonte más amplio que representa hoy pertenecer
a la UE.