TODO POR DECIDIR EN #FRANCIA
Las elecciones presidenciales francesas están
zarandeando las bases sobre las que se había construido la V República. El paso
a la segunda vuelta de dos candidatos (Emmanuel Macron y Marine Le Pen) que no
representan a los dos grandes partidos (socialistas y neogaullistas) en los que
se había basado el régimen presidencialista impuesto por el general De Gaulle en
1958, constituye una novedad, y al mismo tiempo abre un escenario de
incertidumbre.
Muchos analistas se han apresurado a pronosticar el
final del bipartidismo en Francia, pero hay que esperar a las elecciones
legislativas de junio para confirmar o desmentir ese aserto, ya que tanto
socialistas como neogaullistas conservan aún una poderosa estructura orgánica
extendida por todo el territorio francés. No obstante, ambos partidos (que hoy
ocupan más del 80% de los escaños de la Asamblea Nacional) saldrán debilitados
de las elecciones presidenciales y tendrán que recomponer sus filas rápidamente
para afrontar el desafío de las legislativas un mes después. Pensemos que los
577 escaños de la Asamblea Nacional se dirimen en pequeñas circunscripciones
(de unos 100.000 electores) donde los partidos compiten a dos vueltas por un
solo escaño en cada circunscripción.
La siempre arriesgada introducción de primarias en
un partido tan heterogéneo como el socialista PSF (cosido de mala manera por
Mitterrand al final de los 1970), abrió en canal las divisiones internas dentro
del partido (al enfrentar “aparato” y “militancia”). De hecho, Benoit Hammon,
ganador de las primarias frente al candidato oficialista Manuel Valls (Primer
Ministro socialista), ha sufrido una estrepitosa derrota en la primera vuelta
de las presidenciales, con un escuálido 6% de votos. Su derrota es aún más
dolorosa si tenemos en cuenta que ni siquiera ha recibido el apoyo de los
principales dirigentes de su partido (tanto Hollande, como el mismo Valls,
pidieron el voto para Macron).
Lo mismo, aunque en menor medida, ha ocurrido entre
los que esgrimen el legado del gaullismo y se agrupan en el partido Les Republicains (heredero de la UMP
creada en 2002 por Jacques Chirac). Alain Juppé, candidato favorito de la plana
mayor gaullista, se vio sorprendentemente superado en las primarias por François
Fillon, dividiendo las filas republicanas y reduciendo las opciones de éste
como candidato de centro derecha a las presidenciales, unas opciones ya de por
sí bastante debilitadas por los escándalos de corrupción denunciados durante la
campaña. Aunque la derrota de Fillon ha sido honrosa al obtener un 20% de votos, no muy
alejado del porcentaje obtenido por Macron (23%) y Le Pen (21%), el fracaso del
neogaullismo es innegable, ya que es la primera vez en la historia de la V
República que su candidato no pasa a la segunda vuelta.
La victoria de
Macron en la primera vuelta
Antiguo ministro de Economía en el gabinete socialista
de Valls, del que dimitió al no imponer su programa de reformas económicas,
Macron es un verso suelto en la política francesa. Hijo de profesional liberal (médico), fue socialista de base desde
2001 y dejó de serlo en 2015, pero sin ocupar cargos orgánicos dentro del PSF,
por lo que su perfil está a años luz de la mayor parte de los dirigentes de los
“aparatos” de los partidos. Tiene una excelente formación (se formó en la
Escuela Nacional de la Administración) y experiencia en el mundo de las
finanzas, lo que convenció al Presidente Hollande para llevarlo, primero, como asesor
al Elíseo y, luego, como he comentado, a integrarlo como ministro en uno de sus
gobiernos.
Una vez que dimitió del gobierno, Macron ha capitalizado
el mensaje transversal de su plataforma electoral “¡En Marche!” (EM, coincidente
con las iniciales de su nombre), creada hace solo un año como un movimiento que se presentaba “ni
de izquierdas ni de derechas”. También ha capitalizado como su imagen de político joven (39 años) y reformista,
y su discurso europeísta y a favor de la globalización.
Esto le ha permitido a Macron atraer al 23% de un electorado
joven, proeuropeo, transnacional y cosmopolita, frente al discurso
racista, nacionalista, antiglobalización y antieuropeo del Frente Nacional (FN)
de Marine Le Pen (21% de los votos). El FN es un partido que ha penetrado en la
Francia profunda y resulta atractivo a sectores descontentos con los efectos negativos
de la globalización económica, la llegada de inmigrantes y la hegemonía
supranacional de Bruselas.
La actual posición de Macron en el centro del
tablero político le ha hecho tener que posicionarse también frente al discurso
altermundialista y altereuropeo, de la “France Insoumise" (Francia Insumisa) (FI) del antiguo dirigente socialista Jean-Luc Mèlenchon, quien obtuvo casi el 20% de los votos en la primera vuelta. FI es una heterogénea coalición de comunistas, socialistas radicalizados, trotskistas, ecologistas,… a la izquierda del PSF, muy al estilo
de Unidos Podemos (de hecho, Pablo Iglesias ha participado en alguno de los mítines de Mèlenchon).
Sin embargo, al contar sólo con una plataforma
electoral (¡En Marche!) y no con un partido sólido (ahí su debilidad), Macron se
encuentra ante un escenario complicado sobre el que le llueven apoyos, pero que
proceden de campos tan alejados de su programa político de centro reformista, que estarán
siempre condicionados por exigencias de todo tipo si es elegido Presidente de
la República. La soledad de Macron en la antesala del poder de la V República sería digna de un retrato literario, si no fuera por lo que Francia se juega en ello. No disponer de un partido bien extendido en el territorio será para Macron una debilidad ante las elecciones legislativas de junio.
La segunda
vuelta
Sin embargo, nada está decidido, y las
espadas están en alto ante la segunda vuelta del próximo domingo. El alivio que significó en Bruselas
la victoria de Macron en la primera vuelta, y el apoyo público a su candidatura
por parte de los derrotados Hammon y Fillon, además del llamamiento desesperado
de Juppé pidiendo también el voto para frenar a Le Pen, despierta una confianza
en la victoria de Macron que, en mi opinión, es exagerada y que debe ser rebajada por varias razones.
a) La primera, por la ambigüedad de Mèlenchon, que no
ha expresado todavía públicamente su apoyo a Macron y que puede provocar la
desmovilización del voto de izquierda que tan brillantemente supo cohesionar en
la primera vuelta. El miedo a que se rompa la compleja coalición “Francia
Insumisa” de cara a las legislativas, hace que Mèlenchon no se decida a pedir
el voto por Macron, un político cuya trayectoria junto a la élite empresarial y
financiera despierta incluso más recelo que Marine Le Pen entre determinados
sectores de la izquierda radical, muy dados al discurso antisistema,
antinorteamericano y populista (el pueblo frente a la “casta” y la “trama” de
las élites políticas, los “pobres” frente a los “ricos”).
De hecho, las últimas
encuestas indican que un 20% de los votantes de Mèlenchon en la primera vuelta
estarían dispuestos a votar a Le Pen antes que a Macron. Llama la atención que,
en las elecciones de 2002, Mèlenchon pidiera el voto para Chirac para frenar a
Jean Marie Le Pen en una situación similar a la actual, aunque es verdad que entonces sin la
popularidad y el apoyo de que goza ahora el dirigente de izquierda.
b) La segunda razón se basa en la feroz campaña que
está haciendo Le Pen en estos quince días previos a la votación decisiva del
7-M, mostrando un ímpetu, una agresividad y una desfachatez al estilo de Trump
(Francia lo primero), cambiando sus promesas sobre la marcha y en función de la
coyuntura (por ejemplo, de manera oportunista ha renunciado a la presidencia de
su partido FN para presentarse ante los electores como la presidenta de todos
los franceses, ha retirado su intención de sacar a Francia del euro).
Su estilo contrasta con el de Macron, más “suave”, más
racional, menos dado a la demagogia y más proclive a confiar en las bondades de
la globalización y en seguir integrados en la UE (dos referencias que cotizan a
la baja en el mercado político de hoy). Me temo que el estilo Le Pen, capaz de
seguir cohesionando a ese 21% de votantes de la primera vuelta, sea también
atractivo a otros sectores del electorado a izquierda y derecha, más
identificado con el discurso populista, antieuropeo y de repliegue nacionalista, que con
el más abierto, cosmopolita y proeuropeo de Macron.
Por eso está siendo importante la citada
ambigüedad de Mèlenchon ante la segunda vuelta, ya que puede dejar a la
intemperie a muchos votantes de izquierda impregnados, como los “lepenistas”,
del discurso antieuropeo, nacionalista y antiélites, y que, si bien por barreras
ideológicas, no votarán a Le Pen, pueden irse a la abstención o al voto en
blanco.
c) La tercera razón estriba en la capacidad (o
incapacidad) de los líderes gaullistas Fillon y Juppé para seducir a sus
votantes de derecha para que se inclinen por Macron por el “bien de Francia”,
que es un discurso típico del gaullismo, pero que cada vez más es capitalizado
por el Frente Nacional (el pacto de Le Pen con el disidente gaullista Nicolas
Dupont-Aigan, que obtuvo casi un 5% de los votos en la primera vuelta, es
sintomático).
No podemos tampoco olvidar que, lejos de la cohesión mostrada por el
gaullismo desde que el General De Gaulle creara a final de los años 1950 el
movimiento UNR, el actual Les
Republicains es una compleja organización donde conviven familias políticas
de centro y derecha que están poco cohesionadas en torno a un programa claro y
que carecen de un fuerte liderazgo. Ello hace que sea difícil de pronosticar
qué van a hacer en la segunda vuelta los que votaron por Fillon y se sienten
cercanos al discurso nacionalista y ultraconservador de Le Pen.
En esos tres factores va a estar la clave de lo que ocurra el próximo domingo, y es por eso que señalo la incertidumbre del resultado, por cuanto que ninguno de dichos factores lo controla el candidato favorito Macron. Todo está abierto en las elecciones más inciertas de la historia reciente de Francia, y decisivas para el futuro de la Unión Europea.
En esos tres factores va a estar la clave de lo que ocurra el próximo domingo, y es por eso que señalo la incertidumbre del resultado, por cuanto que ninguno de dichos factores lo controla el candidato favorito Macron. Todo está abierto en las elecciones más inciertas de la historia reciente de Francia, y decisivas para el futuro de la Unión Europea.
Muchas gracias Eduardo por tu esfuerzo para facilitarnos la comprensión de hechos tan importantes para la historia de Francia y también de Europa. Ojalá se imponga la cordura en la segunda vuelta y no tengamos que lamentarnos.
ResponderEliminarGracias a ti por leer el texto.
ResponderEliminarEstupenda disección de la situación de cara a la segunda vuelta de las presidenciales francesas. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Luis por tus palabras y por leer el texto. Un abrazo
EliminarMuy clasificador el análisis de la situación en Francia a pocos días de las elecciones. Muchas gracias.
ResponderEliminarGracias Carmen por leer el texto. Un abrazo en dirección a Uruguay.
EliminarDifícil votación para los franceses con tan diferentes partidos para elegir y con los graves problemas a que se enfrenta Francia, sobre todo el problema del terrorismo, desórdenes juveniles por la reforma laboral, el europeísmo , a globalización, etc. Gracias Eduardo por tu texto exhaustivo de las elecciones francesas, sería una lección de historia muy interesante para alumnos de Bachillerato, y para nosotros. Amalia y Rafa.
ResponderEliminarGracias por vuestras palabras y por leer el texto. Un abrazo
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