SOBRE EL
DESPOBLAMIENTO RURAL EN ESPAÑA
(Una versión más amplia puede verse en el artículo "¿Está vacía la España rural?" publicado en el Anuario 2017 de la Fundación de
Estudios Rurales)
La mejora de las comunicaciones viarias y de los servicios
(educación, salud,...), así como las crecientes dinámicas de interacción
rural-urbana que han acompañado al fuerte proceso de cambio ocurrido en nuestro
país en los últimos cincuenta años, han dado lugar a una mayor convergencia
entre el medio rural y el medio urbano.
Esto ha hecho que se haya superado el tradicional discurso ruralista, que anteponía una España rural (símbolo del atraso, la pobreza y el aislamiento) y una España urbana (símbolo de la modernidad y el dinamismo cultural).
Ello no impide reconocer que el medio rural continúa siendo
un espacio geográfico singular, cuya singularidad radica en la existencia de
municipios de tamaño relativamente pequeño y de un
hábitat disperso y de menor densidad poblacional (menos de 100 hab/km2), en
contraste con las aglomeraciones urbanas.
Los espacios rurales continúan marcados, además, por la presencia dominante del paisaje natural y por una intensa interacción de la población rural con la naturaleza, debido sobre todo al predominio de la actividad agraria.
Un ruralismo revisitado
Sin embargo, está surgiendo ahora un nuevo discurso
ruralista de la mano de algunos trabajos periodísticos (como el de Sergio del
Molino con su libro “La España vacía”), de reportajes televisivos (como el
titulado “Tierra de nadie” del programa “Salvados” de Jordi Evole) o de algunas
obras literarias (como las novelas de Julio Llamazares, la de Francisco Cerdá
“Los últimos” o la más reciente de López Andrada “El viento derruido”).
A diferencia del viejo discurso ruralista, y ante la
imposibilidad de mantener hoy, por irreal, la idea del atraso y la pobreza como
rasgo del medio rural español, los que reactivan actualmente el ruralismo lo
envuelven ahora en el manto del despoblamiento y el abandono de algunos pueblos
rurales.
Es verdad que la diversidad del medio rural español es tan
grande, que siempre es posible encontrar pueblos o territorios abandonados que
den pábulo al periodismo de denuncia bien intencionado o a cualquier
construcción literaria inspirada en la nostalgia del pasado o en el sentimiento
del paraíso perdido, como forma de compensar el malestar de la vida en la gran
ciudad. Tales escenarios literarios son marcos de libertad creativa que no
tienen por qué ser representativos de nada, ya que su misión es servir al
objetivo final del artista. Hasta aquí nada que objetar al nuevo discurso
"ruralista" revisitado por estos escritores.
El problema es cuando una categoría literaria o
periodística sobrepasa el terreno de la ficción o de la simple denuncia,
y aspira a convertirse en la expresión realmente fidedigna de una realidad
social. Para ello, es necesario ampliar el análisis, asumir la diversidad de
los hechos sociales, comparar situaciones y apoyarse en datos empíricos
sólidos, que es lo que se suele hacer en el ámbito de las ciencias sociales
(ver en este sentido el artículo “La España profunda” del geógrafo Fernando Molinero, publicado el pasado 12 de julio en el Anuario de la Fundación de Estudios
Rurales).
El citado programa de Jordi Evole o el libro del mencionado
Sergio del Molino, representan, sin duda, una llamada de atención, una toma de
conciencia sobre los problemas de los pequeños pueblos rurales y de las zonas
más interiores de nuestra ruralidad.
Pero no podemos evitar cierta incomodidad con estos
trabajos por lo que significan de simplificación de una realidad que es mucho
más variada y compleja de la que muestran. Nos preocupa que, poniendo el foco
de atención en los casos más llamativos y de más potencial dramático, se esté
dando una imagen distorsionada del medio rural español ignorándose amplios
territorios cuyos problemas no son los del despoblamiento y el abandono, sino
de otra índole.
Como señala García Alvarez-Coque, en su artículo “Serranía
Celtibérica”, publicado en Agronegocios el pasado 16 de abril,
no debería interesarnos sólo por qué, en lo que llevamos de siglo, más de un
millar de municipios de esa comarca han perdido población, sino por qué se ha
mantenido o incluso ganado población en más de 2.000 localidades.
En esta misma línea de reflexión, considero más interesante
fijarse en los municipios que no se despueblan, que lamentarse por los que
están vacíos y abandonados, procurando conocer las causas del porqué hay
territorios rurales que se mantienen vivos y activos y en los que su población
muestra un evidente dinamismo.
El despoblamiento entra en la agenda política
No obstante, es un hecho innegable que existen pueblos
vacíos y en claro riesgo de ser abandonados, tal como lo ha señalado el informe
de la Federación Española de Municipios y Provincias, que sitúa en 4.000 el
número de municipios en peligro de extinción a corto y medio plazo.
Ya la Ley de Desarrollo Sostenible del Medio Rural
(diciembre de 2007) identificaba 105 comarcas “a revitalizar” por tener serios
problemas reales de despoblamiento, y otras 84 comarcas calificadas de
“intermedias” por estar en riesgo de abandono.
Es verdad que no es lo mismo hablar de municipios vacíos,
que de comarcas despobladas, pues en estos temas la escala importa. Pero nadie
en su sano juicio puede negar la evidencia de este problema en algunas áreas
rurales de nuestro país. De hecho, el problema del despoblamiento en la España
rural ha entrado en el debate político, y eso es también una buena noticia, ya
que se asume como un problema de Estado y no como un problema local o regional.
El Senado ha creado una Comisión Especial sobre este tema,
y en la VI Conferencia de Presidentes de Comunidades Autónomas se acordó la
elaboración una Estrategia Nacional a ese respecto, dando lugar a que el
Gobierno Rajoy creara un Comisionado presidido por Edelmira Barreira.
Un mundo rural diverso
Sin embargo, además de las comarcas y municipios en riesgo de despoblamiento, existen en nuestra geografía muchos otros
territorios rurales donde no es ése el problema que les afecta, sino de otro tipo.
En estos territorios viven agricultores que se esfuerzan diariamente por sacar adelante sus explotaciones, luchando contra la pérdida de rentabilidad de la agricultura, la imposición de los precios agrícolas por parte de las grandes cadenas alimentarias, la debilidad de las fórmulas asociativas, el relevo generacional en las explotaciones agrarias, los efectos negativos del cambio climático, la erosión de los suelos, la escasez de recursos hídricos,…
Y existen también territorios que son hoy un ejemplo de
dinamismo social y económico y de innovación. En ellos, nuevos agentes
económicos encuentran en los pueblos rurales ventajas competitivas para el
desarrollo de proyectos empresariales, así como jóvenes emprendedores
aprovechan los espacios rurales como oportunidades de negocio en ámbitos muy
diversos (deportes de naturaleza, actividades recreativas, artesanía, turismo
rural,…).
Asimismo, profesionales de los más variados oficios
(carpintería metálica, escayolistas, alicatadores, electricistas,…) residen en
sus pueblos, y gracias a la mejora que han experimentado las infraestructuras
viarias, se desplazan diariamente a los núcleos urbanos para desarrollar las
actividades que le son propias.
Un despoblamiento desigual y diferenciado
Hay, sin duda, territorios vacíos y despoblados en la España rural que requieren ser tratados con planes específicos de desarrollo con la finalidad de intentar reactivarlos. Pero en no pocos territorios continuará el proceso inexorable de despoblamiento de sus pequeños municipios sin posibilidad alguna de invertir esa tendencia.
En estos casos, puede que no tenga sentido volcar esfuerzos y recursos en reactivar algo que está condenado a desaparecer por la ley de los tiempos que le ha tocado vivir. No se puede aspirar en España a mantener viva una estructura muy desigual de municipios, que procede de la Edad Media y que nunca ha sido objeto de una ordenación racional y moderna, a diferencia de lo que se ha hecho en otros países de nuestro entorno.
En un contexto de recursos públicos escasos en el que hay que establecer prioridades, es preciso definir en cada tipo de espacios rurales las estrategias más adecuadas de inversión en infraestructuras y equipamientos (centros escolares y de salud,...), planteándolas siempre a una escala comarcal y no municipal, y con criterios de racionalidad y eficiencia.
En algunas comarcas, se tendrá que emplear recursos públicos para avanzar en el proceso de modernización de la agricultura, promover el relevo generacional, impulsar los modelos asociativos y favorecer la renovación formativa de los agricultores para que estén más capacitados para acceder al mundo digital y de las nuevas tecnologías.
En otras comarcas, habrá que diseñar estrategias integrales de desarrollo, que favorezcan la interacción rural-urbana, la diversificación de actividades (agrarias y no agrarias), la instalación en el medio rural de nuevos emprendedores,… facilitándoles la movilidad y el transporte.
Habrá también territorios en los que la fuente de supervivencia de las familias que en ellos residen descansa en los ingresos obtenidos de manera temporal por la afluencia de visitantes en determinadas épocas del año (fines de semana y/o periodos vacacionales) que buscan lugares de ocio y esparcimiento. En estos casos habrá que promover planes de habilitación de las casas rurales para que sirvan de acogida a esos visitantes, extendiendo la banda ancha de las telecomunicaciones por todo el territorio.
Pero habrá, como he señalado, territorios condenados sin remisión al despoblamiento, en los que sólo cabe aplicar medidas paliativas para que, en consenso con las poblaciones locales, ese proceso se produzca con el menor daño posible para los que allí viven.
Tu análisis o mejor tu visión, que es absolutamente lógica y racional y comparto desde la A a la Z, no va a ser aceptada fácilmente. Es más sencillo entregarse a la melancolía, la compasión y los llantos por un pasado idealizado hasta el disparate, para terminar pidiendo ayuda públicas para la gente rural, como si se tratara de una especie en peligro de extinción. La despoblación del medio rural no es un problema del medio rural, sino de todos. Igual que el hacinamiento del medio urbano es un problema de todos. Esta es una cuestión de ocupación racional del espacio para vivir mejor. Pero no existe planificación territorial y los fondos públicos se destinan a las zonas urbanas, que es donde hay más votos. El resultado es que todos vivimos mal, unos en la España vacía y otros en la España hacinada. Gracias Eduardo por no unirte nunca al coro
ResponderEliminarCoincido en lo esencial con Eduardo .
ResponderEliminarSin embargo este discurso con tono melancólico sobre la desaparición de un mundo rural no es tan "nuevo". "La lluvia amarilla " de Julio Llamazares ( que yo valoro especialmente )el libro de los adeptos a la despoblación rural , se publicó en 1988.
Lo que sí es relativamente nueva es la campaña mediática de potentes medios de comunicación sobre esta innegable problemática del despoblamiento rural que no conviene generalizar . Se trata de "UNA " España rural , no "LA" España rural , éxitoso libro de Sergio del Molino.
Han desaparecido efectivamente por distintas razones muchos pueblos en la España rural , y desaparecerán otros inexorablemente .
Lo que hay que intentar es mantener en la medida de lo posible el Estado del bienestar precisamente en esas zonas rurales especialmente deprimidas mediante medidas de " acción positiva ".
Tal como apunta Fernando Molinero en el artículo "la España profunda" publicado en el Anuario de Agricultura Familiar en España "2017 , "tal vez una reorganización del poblamiento en núcleos de cierta entidad (por encima de 5.000 habitantes )pudiera atender mejor a las necesidades de esos 4,6 millones de habitantes que ocupan 329.000 km2 de la España profunda y marginal"
Efectivamente Eduardo, como tu mismo recuerdas en tu artículo del citado Anuario de la Fundación de Estudios Rurales (¿Está vacía la España rural?, ya señaló el foro IESA sobre este tema que, “sería útil abrir un amplio debate social y político sobre el futuro y viabilidad de dichos territorios, rompiendo así el tabú a que han estado sometidos estos asuntos”. Todo lo que sea dejarnos llevar por la melancolía o por el ensalzamiento del pasado, no deja de ser un ejercicio literario o poético, que tiene que ver más con el ámbito emocional. Los que provenimos de la España rural profunda sabemos bien las deficiencias que había hace algunas décadas y los avances innegables que se han producido. Dicho esto lo que es también evidente es que existe un problema de despoblamiento en algunas zonas de España que se pusieron en evidencia en el reciente Congreso de Despoblación celebrado en Huesca, donde se destacó que las provincias de Zamora, Ávila, Orense, Ciudad Real, León, Teruel, Segovia, Soria y Salamanca son las que más población perdieron en 2016. España ya cuenta con 1.286 localidades con menos de 1.000 empadronados, un 16 % del total (con densidades inferiores a los 8 habitantes por kilómetro cuadrado). Quizás, más allá de lo inexorable de los cambios y de la evolución "natural" de los territorios, lo que habría que analizar con rigor son los problemas que esta despoblación supone para el medioambiente, para la conservación de los ecosistemas existentes (producto de la presencia humana continuada) y los costes sociales añadidos que eso conlleva. En esa balanza de costes y beneficios sociales, quedaría claro qué es lo mejor si evitar (o paliar) con fondos públicos esa evolución o dejar que con el tiempo se vayan quedando vacíos amplios espacios además de los que ya tenemos.
ResponderEliminarComo siempre gracias por el tratamiento que haces de los temas, que nos ayuda a conocer mejor y a reflexionar sobre ellos.
Buen problema y planteamiento. Mi ya difunto profesor de matemáticas preguntaría si hay aquí alguien de Badajoz, porque estos problemas solo saben resolverlos "los de Badajoz". Por contra, si un catalán lo plantea bajo el prisma de "Tierra de nadie", o un madrileño como "La España vacía", está claro que "no podemos evitar cierta incomodidad",... porque la tierra y el suelo, aunque no del todo vacíos, SÍ QUE TIENEN DUEÑO. Y ese es el problema que desde antes, durante y después de las Desamortizaciones ni se ha resuelto ni se quiere admitir. Ni el Liberalismo ni el Moderantismo del XIX, ni la Derecha ni la Izquierda del XX, sirvieron para otra cosa que para acrecentarlo, desenfocándolo (¿nacionalismos?). El derecho de propiedad y de herencia - aunque hoy difuminadas por "la función social" del Art. 33.1 de la C.E. - constituyeron la base de la Revolución francesa, de lo que 'parte' de la humanidad occidental llevamos debatiendo más de 200 años. Y lo seguiremos discutiendo por no admitirlo, mientras no sea YO el dueño.
ResponderEliminarLa raíz, o el tumor a tratar estaría más cerca de la búsqueda de la organización de ese espacio, que de divagar en si está más habitado o menos. Organización del espacio en términos geográficos y sociales más que en términos económicos.
Dos apuntes. El sistema de almacenamiento y reparto del agua que ya se planteaba en el siglo XVII, en la Iª y 2ª República, con Franco, con los trasvases de los ríos Tajo, Duero, Segura, Ebro, o con las desaladoras... sigue "in albis" (¡...y gana Franco!). No hace falta ni mentar el Canal de Castilla ni el Plan "Tierra de Campos", o el Plan Badajoz, o Murcia-Almeria, por ejemplo.
Un segundo. Las vías de comunicación y sus sistemas radial o circular, o reticular, ¿son o no son complementarios?, ¿o sólo vale "invertir" siempre en una tipología 'periférica'? El detalle, en una última pregunta. ¿Es que el PER sólo es útil y válido para Andalucía y Extremadura?¿No se habrían despoblado sin él?¿No era uno de sus objetivos?
Ahora que la energía y la información descentralizadas se prevén accesibles 'fácilmente', mejor Estrategias Integrales con Inversión que sólo "Aplicar medidas paliativas". Esto sería como rezar el último responso: "Un duro, dos duros, tres duros; llevadle que ya está maduro" (el inmundo páramo mesetario).
Gracias, Eduardo.