REVUELTAS AGRICOLAS EN FRANCIA
(publicado en los diarios del Grupo Joly) (04/08/2015)
Las revueltas agrícolas forman parte de la
tradición francesa. En su historia reciente, ha sido habitual que el malestar
agrícola de nuestros vecinos se haya manifestado en forma de cólera contra los
camiones españoles, italianos o alemanes que, cargados de fruta o carne, cruzan
la frontera en dirección a los mercados europeos (incluidos los franceses, ya
que el mercado único y la libre circulación de productos, lo avala). Siempre he
pensado que esos actos vandálicos sólo pueden ocurrir con la relajación e
incluso complicidad de las autoridades encargadas de reprimirlos, por lo que
procuro leerlos en clave política.
Después de varios años de calma,
estalla de nuevo la protesta en la agricultura francesa, y vemos estos días
cómo se ensaña con los productos agrícolas procedentes del exterior. Cabe
preguntarse ¿por qué ahora?. Intentaré aportar algunas reflexiones que nos
ayuden a entender lo que les pasa a los ganaderos franceses (ya que esta vez
son los ganaderos los que se rebelan), y de paso comprender la complejidad e
implicaciones políticas de este tema.
En general, los agricultores europeos
están sufriendo dos problemas en la actualidad. Uno, es el efecto del embargo
de la UE a Rusia por el tema de Ucrania (con la correspondiente reacción de
Putin), que está causando serios perjuicios a algunos subsectores agrícolas,
debido a que se le cierra un mercado emergente como el ruso. Como consecuencia
de ello, muchos productores se ven impelidos a acudir a los propios mercados
europeos con agresivas estrategias de precios generando una feroz competencia
con sus conciudadanos de la UE.
El otro problema es el desequilibrio
de la cadena alimentaria, debido a la globalización de los mercados
alimentarios y a la desaparición de los mecanismos públicos de intervención y
regulación. En ese contexto, los productores agrícolas están a merced de las
grandes cadenas de distribución, sufriendo en origen las estrategias endiabladas
de precios que en algunos productos están por debajo del coste.
Esos dos problemas son comunes a
los agricultores de muchos países europeos, que, según su mejor o menor
integración con las industrias, los capean como pueden. Por ello, debe haber
algún factor interno que explique la cólera de los franceses. Y ahí tenemos que
echar mano de la política. Llama la atención que el propio presidente Hollande,
adalid de la integración europea, se haya mostrado comprensivo con las
protestas de los agricultores, sin emitir ninguna crítica ante lo que es una
evidente violación de la libre circulación de productos en el mercado único
europeo.
Para entender lo que pasa hay
que tener en cuenta lo siguiente. La primera consideración es que, en Francia, se
vive ya en la antesala de unas elecciones presidenciales y legislativas (que
tendrán lugar en 2017 y que se prevén muy competidas). En ese escenario, el derechista
Front National (FN) sigue sumando apoyos, mientras que Nicolás Sarkozy
irrumpe con su nuevo partido Les Republicains, aspirando a quitarle
espacio al de Marine Le Pen. En esas elecciones (sobre todo en las
legislativas) el voto rural será, como siempre, muy importante, debido al
reducido tamaño de las circunscripciones electorales francesas (equivalente a
nuestras comarcas). Por ello, ninguna fuerza política, ni siquiera la
socialista (tradicionalmente de base urbana), quiere enfrentarse a la protesta
agrícola de estos días, mostrándose incluso condescendiente con ella, aunque
eso obligue al gobierno francés a tener que dar explicaciones en Bruselas y
presentar disculpas en las embajadas de Madrid o Berlín.
En segundo lugar, debe tenerse
en cuenta que, en Francia, el “sindicalismo mayoritario”, formado por la
poderosa FNSEA y su socio CNJA (jóvenes agricultores), está teniendo cada vez
más dificultades para liderar la defensa de los intereses agrícolas. Los
sindicatos minoritarios (como el MODEF, la Coordination Rurale o la Confederación
Paysanne), que suelen tener presencia en algunas regiones, y en algunos
subsectores, pero que nunca han tenido la relevancia de los mayoritarios,
comienzan a adquirir un protagonismo creciente. Así, en el caso de las actuales
revueltas, el protagonismo lo está teniendo la Coordination Rurale (CR),
cuyos vínculos con la derecha política son más que evidentes, especialmente con
el citado FN lepenista. Además, la reacción vandálica contra camiones españoles
y alemanes va directa al corazón de la integración europea, algo que es
coherente con el discurso antieuropeísta que manifiestan los dirigentes
agrícolas de la CR y los políticos del FN, alimentado además por la ola de
desafección contra la UE que se extiende por todos los países europeos.
Finalmente, otro factor a
considerar es que el liderazgo del sindicato FNSEA se está viendo cuestionado
por la controvertida figura de su actual presidente Xavier Beulin. No es
ganadero, sino gran cerealista (propietario de una explotación de 500 has en la
Loiret), y además preside el grupo empresarial Avril (Sofiproteol), un holding
presente en el sector de las oleaginosas, de las semillas y de los
biocarburantes, con una cifra de negocio de casi 7.000 millones de euros. A
diferencia de lo que siempre ha ocurrido en la cúpula de la FNSEA (cuyos
dirigentes han solido representar al agricultor medio francés, basando en ello
su fuente de legitimidad), el actual presidente Beulin es, sobre todo, un empresario
con vínculos con el agrobusiness, lo que despierta recelo entre los ganaderos.
Su liderazgo como dirigente agrícola es cuestionado, y más ahora en un momento
en el que la cólera se dirige también contra los intermediarios industriales y
contra la gran distribución. Ello explica que el sindicato Coordination
Rurale (CR) esté canalizando la protesta ocupando el espacio que en otras
ocasiones controlaba con habilidad los mayoritarios FNSEA y CNJA.
Estas son algunas claves para
entender mejor por qué los ganaderos franceses están produciendo ahora unos
actos vandálicos que nos trasladan a etapas que creíamos ya superadas en el
marco de la Unión Europea.
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