SOBRE LAS “RESERVAS
DE
LA BIOSFERA”
(texto
basado en los resultados de la tesis doctoral de Joel Maximiliano Martínez sobre la reserva de
“La Sepultura”, en
el estado mexicano de Chiapas, realizada bajo mi dirección
en la Universidad de
Córdoba y
leída el pasado mes de mayo)
Casi el
13% de la superficie terrestre a nivel mundial y casi el 2% del área oceánica, se
ven afectados por algún programa de protección de la naturaleza, habiendo
aumentado en los últimos diez años. Ello significa que la gestión de dichos
espacios naturales está bajo la responsabilidad de entidades públicas (sobre
todo, de las que tienen competencias en materia de medio ambiente).
Algunos
autores señalan que no se puede caer en la autocomplacencia, ya que, a pesar de las políticas de protección, el
deterioro de los espacios naturales avanza de forma inexorable, mostrando las
limitaciones de esas políticas. De ahí que se considere que
proteger la naturaleza no es sólo un tema de conservación de determinadas
áreas, sino una cuestión más compleja que exige tener en cuenta no sólo los elementos
que afectan directamente a los ecosistemas, sino también los que se refieren a
las condiciones de vida de la población que reside en ellos.
Lo que se plantea es, por tanto, ampliar el paradigma de la protección de la naturaleza sacándolo del reducido ámbito ecológico para integrarlo en el paradigma de la sostenibilidad (económica, social y ambiental).
Lo que se plantea es, por tanto, ampliar el paradigma de la protección de la naturaleza sacándolo del reducido ámbito ecológico para integrarlo en el paradigma de la sostenibilidad (económica, social y ambiental).
El programa MaB de la UNESCO
El
Programa sobre el Hombre y la Biosfera de la UNESCO (en adelante, MaB) (Man
and Biosphere) iniciado en los años 1970, aborda de un modo integral el
tema de la conservación de la naturaleza al hacer compatible este objetivo con
el de la mejora del bienestar de la población que reside en los espacios
naturales y que utiliza los recursos asociados a dichos territorios. A lo largo
de sus más de cuarenta años de funcionamiento, el Programa ha ido centrando sus
actuaciones en la figura de la “reserva de la biosfera” (REBI).
Las
REBIs son, por tanto, un reconocimiento que concede la UNESCO a determinados
espacios naturales que, por su valor emblemático en materia de biodiversidad, deben
ser protegidos mediante políticas destinadas a conciliar el objetivo de la “conservación”
de la naturaleza y el del “desarrollo económico y social”.
El reconocimiento puede concederse, por tanto, a áreas terrestres, costeras o marinas representativas por su valor único desde el punto de vista de la biodiversidad, y siempre que la población humana y sus actividades sean parte integral de ellas. La declaración de una zona como REBI debe implicar el desarrollo de programas de protección apoyados en bases científicas, así como en el conocimiento y saberes locales y en la identidad cultural de la población.
El reconocimiento puede concederse, por tanto, a áreas terrestres, costeras o marinas representativas por su valor único desde el punto de vista de la biodiversidad, y siempre que la población humana y sus actividades sean parte integral de ellas. La declaración de una zona como REBI debe implicar el desarrollo de programas de protección apoyados en bases científicas, así como en el conocimiento y saberes locales y en la identidad cultural de la población.
Actualmente, existen a
nivel mundial 650 reservas de la biosfera reconocidas por el programa MaB de la
UNESCO e integradas en la “Red Mundial de Reservas de la Biosfera”. En España son 47 las áreas naturales reconocidas por la UNESCO como reservas (en Andalucía,
están las de Sierra de Grazalema, Doñana, Cabo de Gata-Níjar, Sierra Nevada o
Sierra de las Nieves, Cazorla-Segura-Las Villas, Dehesas de Sierra Morena)
En toda REBI deben quedar bien delimitadas tres
zonas geográficas. La primera es la “zona núcleo”, cuyos rasgos ecológicos son los que justifican la
creación de la reserva, siendo, por ello, la zona mejor conservada por contener
el mayor grado de biodiversidad. Esta zona debe estar dotada, por tanto, de instrumentos
legales de máxima protección en el marco de cada legislación nacional (en el caso
español, la zona núcleo de nuestras REBIs está protegida por la figura de “parque
natural”). De ese modo se garantiza tanto la conservación de los componentes
más valiosos y representativos del correspondiente espacio natural, como la
preservación de los servicios ambientales que proporciona.
Alrededor
de la “zona núcleo” se encuentra la “zona de amortiguamiento o tampón” (buffer
zone), donde se puede permitir la realización de actividades que sean compatibles
con la conservación y que puedan contribuir al desarrollo de la investigación,
la educación ambiental, la utilización de los modelos tradicionales de
aprovechamiento,… En esta “zona tampón” se pueden autorizar, por tanto,
actividades productivas, pero siempre que sean de bajo impacto e intensidad,
con objeto de reducir sus posibles efectos sobre la “zona núcleo”.
Rodeando
a esta segunda zona existe la “zona de transición”, donde se pueden autorizar actividades
agrarias e industriales y donde tiene lugar la realización de acciones
destinadas específicamente a promover el “desarrollo y bienestar” de la
población local, pero con criterios de sostenibilidad. Para el cumplimento de las funciones de cada zona,
se utilizan ciertas herramientas de actuación
sobre el territorio, tales como la planificación territorial, los procesos
participativos de los agentes implicados (decisores, técnicos, población local,
grupos de interés,…), los sistemas de gobernanza o los mecanismos de coordinación.
La política de REBIs es la única política
de protección de espacios naturales cuyo objetivo específico es preservar la
biodiversidad conciliándolo con el desarrollo y el bienestar de las poblaciones
locales. Constituye, por tanto, una figura de protección en la que
explícitamente se incluye a la población local como actor clave en la gestión
de los espacios naturales. Además,
son políticas que permiten
construir una relación de mutuo acercamiento entre los gestores públicos, la
comunidad científica y las poblaciones locales.
Limitaciones de las políticas de
protección
Análisis
comparados entre REBIS situadas en diferentes contextos sociales y económicos, muestran
las limitaciones que encuentran estas políticas de protección de la
naturaleza en territorios donde se carece de las infraestructuras y
equipamientos necesarios para asegurar el desarrollo y bienestar de la población
local. En tales casos se manifiestan las contradicciones de políticas como ésta
de la REBIs.
Si bien persiguen objetivos integrales de sostenibilidad ambiental, económica y social, estas políticas son, sin embargo, diseñadas por departamentos sectoriales, como los de medio ambiente, cuya lógica de conservación de los ecosistemas les lleva a estar más preocupados por el logro de los objetivos ambientales que de los relacionados con el desarrollo y el bienestar de la población.
Si bien persiguen objetivos integrales de sostenibilidad ambiental, económica y social, estas políticas son, sin embargo, diseñadas por departamentos sectoriales, como los de medio ambiente, cuya lógica de conservación de los ecosistemas les lleva a estar más preocupados por el logro de los objetivos ambientales que de los relacionados con el desarrollo y el bienestar de la población.
De ese modo, las acciones emprendidas desde los
departamentos de medio ambiente, aunque puedan obtener algunos resultados
positivos gracias a los sistemas de incentivos económicos (por ejemplo, los “pagos
por servicios ambientales”), se ven limitadas por las carencias existentes en
esos otros ámbitos. Así, los objetivos de conservación acaban siendo
negativamente afectados por la falta de infraestructuras y equipamientos en el
territorio de la reserva.
Esto nos conduce a la reflexión final de que no es
posible conciliar mediante políticas sectoriales los objetivos de la
“conservación de los ecosistemas” y el “desarrollo y bienestar de la población”
en territorios donde existen graves carencias en infraestructuras, servicios y
equipamientos básicos. Sólo políticas integrales, diseñadas y aplicadas de
manera coordinada por diversas instancias administrativas (medio ambiente,
educación, salud, servicios sociales, fomento,…), pueden hacer posible la
conciliación de esos dos objetivos. Estos dos objetivos son los que le dan a la figura de la REBI su singularidad respecto a otras
figuras de protección de la naturaleza (como las de la red Natura 2000 de la UE, cuyo objetivo fundamental es la conservación).
Esta es la principal conclusión del trabajo de
tesis doctoral realizada, bajo mi dirección, por el doctorando Joel Maximiliano
Martínez en la Reserva de la Biosfera de “La Sepultura”, en el estado mexicano
de Chiapas.
Si sostenibilidad econòmica,social y ambiental. Polìticas integrales diseñadas y aplicadas coordinadamente. Inclusion de la poblacion local,solucion de sus carencias para comenzar bien. Importante y urgente.
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