jueves, 7 de febrero de 2019


INNOVACIONES  EN  EL  #COOPERATIVISMO  AGRARIO   


La creciente integración de las cooperativas en la economía de mercado, los efectos del proceso de globalización económica y financiera, los cambios en el uso de las tecnologías en los procesos productivos y comerciales,… han modificado el escenario en que se desenvuelve el cooperativismo.

Como consecuencia de ello, los modelos cooperativos también han ido cambiando para adaptarse a ese nuevo contexto.

Es en ese sentido en el que deben entenderse las reformas adoptadas en la legislación para regular las nuevas formas de cooperativismo, flexibilizando la aplicación de los principios cooperativos.

Por ejemplo, con la reforma del principio “un hombre, un voto” se pretende ponderar el poder de decisión del socio que utiliza todos los servicios de la cooperativa respecto al que los utiliza muy poco o incluso al que está ya jubilado.

El cooperativismo agrario

A diferencia de otros sectores cooperativos, como el de trabajo asociado, el cooperativismo agrario es, sobre todo, un cooperativismo de servicios.

Además, se caracteriza por la gran variedad de sus modelos cooperativos, debido a la singularidad de cada subsector agrario en términos socioeconómicos, pero también productivos y de comercialización.

Por ejemplo, son tan distintos los subsectores de cereales, vino, ganadería, hortofrutícola o aceite de oliva, que el cooperativismo ha tenido que hacer gala de una gran flexibilidad para poder integrar toda esa variedad de situaciones.

Por ello, debido a los cambios producidos en el sector agrario, el cooperativismo ha tenido que  adaptarse a este nuevo escenario modificando sus estrategias y formas de organización.

Como resultado de ello, muchas de las cooperativas agrarias de hoy poco tienen que ver en su funcionamiento y organización con las que ayer se extendían ampliamente por los territorios rurales.

En las cooperativas de antaño, se producía una identificación entre el socio y la cooperativa, basada en una relación no sólo económica, sino también afectiva, sentimental e incluso ideológica. Esta relación surgía de la necesidad de los agricultores (por lo general, titulares de pequeñas explotaciones agrarias) de asociarse para afrontar problemas que no podían resolver de modo satisfactorio individualmente.

Este  tipo  de relación identitaria poco tiene que ver con la más instrumental que hoy predomina en la mayoría de las cooperativas del sector agroalimentario, y que se basa sobre todo en la valoración que hacen los socios de los servicios que su cooperativa les presta.

Por eso, no debe sorprender que, en muchas cooperativas agrarias del siglo XXI, lo que más le interese a muchos socios no sea el beneficio económico directo que pueda proporcionarle el hecho de estar asociado (es decir, el “retorno cooperativo”, según el viejo lenguaje). Les interesa tanto o más que eso, los servicios que les pueda prestar la cooperativa en forma de suministro de insumos (piensos, pesticidas, semillas, fertilizantes,…), de asesoramiento técnico y jurídico, de garantía de cobro, de utilización en común de maquinaria o de uso, en beneficio propio, de las infraestructuras comunes de transformación.

Recuerdo una visita a una gran cooperativa cafetalera en la región brasileña de Minas Gerais, en la que cada socio tenía plena autonomía para determinar cómo comercializar su producción siguiendo sus propios intereses y sin someterse a la estrategia comercial de la cooperativa. Era el socio quien decidía cuándo, cuánto y a quién vender “su” producción almacenada en la cooperativa, siguiendo una estrategia en la que predomina el interés individual sobre el interés general.

Aquí, en España, y en diversos sectores, como el aceite de oliva, se vienen observando en algunas cooperativas casos de socios que actúan y deciden según su propia estrategia comercial. Entregan la producción de aceituna a su cooperativa, que es la que la moltura en sus instalaciones para transformarla en aceite, y la que luego lo almacena, pero es el socio quien decide cómo, cuándo, a quién y a cuánto vender su producción. Ni siquiera es la cooperativa la que se encarga de la comercialización, ya que es el socio el que elige al comprador y el canal comercial que más le interesa (en algunos casos a través de plataformas en internet).

En estas situaciones, la cooperativa ya no es, por tanto, el resultado de la acción colectiva de los socios, sino la suma de acciones y estrategias individuales, lo que supone una importante innovación.

Es verdad que esta situación no es aún mayoritaria en el sector del aceite de oliva, donde predomina todavía el discurso (y la práctica) de la integración y la concentración, que va precisamente en la dirección contraria a las citadas estrategias individuales de algunos socios. También es verdad que muchos agricultores integrados en cooperativas no tienen los recursos ni el empuje necesario para emprender estrategias propias de comercialización.

Pero es ésta una tendencia digna de ser estudiada, pues de extenderse cambiaría la idea de lo que es una cooperativa en los tiempos actuales.

Coexistencia entre modelos de cooperación

Estamos, no obstante, en una etapa de transición, en la que coexisten diversos modelos de cooperativismo.

En un extremo encontramos el modelo que he comentado anteriormente, y que está más cercano al modelo empresarial individual, siendo la cooperativa un instrumento al servicio del socio para que éste pueda desarrollar su propia estrategia como empresario.

En el otro extremo está el tradicional modelo mutualista, en el que se conserva el ideal de la cooperación y en el que el interés del socio se supedita al interés general de la cooperativa, beneficiándose de un retorno (beneficio) que espera sea superior al que obtendría si no estuviera asociado.

En medio encontramos modelos mixtos de cooperativismo (empresarial y mutualista) en los que se concilia el interés individual del socio (autorizándosele a decidir qué hacer con su producción) y el interés general de la cooperativa (poniendo unos límites a la cantidad que puede utilizar el socio en su estrategia de venta).

Todos estos cambios e innovaciones, que están transformando el escenario de la agricultura y que afectan a los modelos cooperativos, nos llevan a reflexionar sobre cuál es el modelo de cooperativismo vigente en el sector agroalimentario del siglo XXI.

Es cierto que los modelos aquí comentados, siguen siendo sociedades de personas y no de capitales, por lo que su naturaleza cooperativa es indudable desde el punto de vista jurídico. Pero también lo es que están cada vez más orientados por una lógica individualista en la que los antiguos principios de ayuda mutua, participación y solidaridad son cada vez menos utilizados por sus socios para afrontar los retos del mercado.

Es indudable que la misión de concentrar la oferta, que es algo que está en la esencia del cooperativismo agrario, sigue siendo importante de cara a los grandes operadores del mercado, pero hay factores que están contribuyendo a fragmentarla, dando lugar a modelos privados o pseudocooperativos que son bastante eficientes.

Entre esos factores destaca la mejora de la calidad en productos como el aceite de oliva, calidad que hoy no es algo exclusivo del cooperativismo y que está al alcance de modernas almazaras de carácter privado.

Otro factor es el fuerte desarrollo de las redes sociales (que permiten a productores y consumidores relacionarse directamente sin intermediarios) o las mejoras experimentadas en los aspectos logísticos (con plataformas de distribución, como Amazon).

Todos ellos son factores que, al abrir las opciones estratégicas de los productores, contribuyen a fragmentar la producción agregada de los socios de una cooperativa a la hora de comercializar el producto final en un mercado que es cada vez más abierto y diversificado, y que ofrece posibilidades muy variadas de acceder al mismo.

En ese contexto, cabe elogiar el dinamismo que muestra el cooperativismo para adaptarse a los cambios del entorno. Pero también cabe preguntarse si tiene sentido seguir calificando de cooperativos estos modelos de indudable éxito económico allí donde se aplican, o habría que llamarlos de otra forma.

11 comentarios:

  1. "Cooperativismo en INVOLUCIÓN tras casi 2 siglos de su nacimiento en Francia como reacción al SISTEMA DE LIBRE MERCADO en el que la el binomio de oferta-demnda vence el más fuerte, es decir la ley de la selva. La DEMOCRACIA exige un Estado de Derecho en que se protejan los derechos naurales. Si los "poderes fácticos" se sobrepasan sin que el Poder Político intervenga la SOCIEDAD DEMOCRÁTICA nofunciona
    Sobrevino el SOCIALISMO y el COMUNISMO, tampoco surgió el Estado de Derecho. El Cooperativismo persigue -con la unión-la AUTOGESTIÓN.
    Tras 2 siglos precisa su evolución de aquellos 4 Principios de Ros-
    dale = 1 hombre 1 voto-etc.El dinero y Sociedades Ánónimas privan en el Mercado, la corrupcion enreda a las mismas con el Poder Político y se nutre con las Redes Sociales logrando mayor riqueza a consta de la pobreza y casi hundimiento de la clase baja y media, y de un pla
    zo de vida para nuestro planeta de 12 años por la contaminación.
    Nuestro Estado de Derecho y Sociedad Democrática no existen, y un tercio de la población está en el umbral de la pobreza.¿Hará falta una guerra o una revolución?





















    ociales

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    1. Gracias Angel por leer el texto y por tu reflexión sobre el cooperativismo, un tema que conoces muy bien.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Gracias Eduardo, por allanarnos el camino a los demás con tu esfuerzo constante por analizar temas de interés general. Creo que nadie puede dudar de los logros históricos del movimiento cooperativo agrario en España en cuanto a concentración de la oferta, dando servicios variados a sus socios y facilitando su acceso a tecnología y mercados. Pero también es cierto que, salvo casos muy significativos, nuestras cooperativas agrarias no han podido hacer que el productor tenga el poder necesario en la cadena de distribución por su insuficiente volumen, por la escasa profesionalización de su actividad y por muchos otros factores.
    A pesar de esos claroscuros, no me cabe duda de que el futuro del sector agroalimentario seguirá muy ligado al del cooperativismo, con la coexistencia de los diferentes modelos de cooperación que acertadamente planteas.

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  4. Gracias, Eduardo, por tus magníficos artículos. En materia de cooperativismo agrario, por mi participación directa e intensa en este sector desde hace varias décadas, me gustaría hacer un comentario.
    Como dices, cuesta vencer la tendencia individualista del agricultor, lo que lleva a diseñar fórmulas que permitan su incorporación de forma cómoda y manteniendo la percepción de dominio sobre todos los procesos que afectan a su actividad, máxime cuando las políticas agrarias tienden al sobredimensionamiento de las explotaciones, lo que conlleva una percepción de capacidad, solo entendible si no se analiza la evolución del mercado global y sus operadores. Consciente de su debilidad ante una demanda cada vez más exigente y la estricta normativa en materia sanitaria, imposible de cumplir con unas producciones limitadas, se llega al convencimiento de trabajar bajo el paraguas de la cooperación.
    Ya no son aquellas cooperativas “de campanario” que cada pueblo tenía la suya. La competitividad está reagrupando el sector en todas sus facetas provocando fusiones, absorciones y otras fórmulas mercantiles que han posibilitado el redimensionamiento para hacer frente con éxito la competencia del mercado globalizado.
    Ahora bien, ese redimensionamiento no tendrá éxito si solo utilizamos una parte de los servicios en vez de completar la fase de transformación y comercialización en conjunto, lo que nos permite posicionarnos en un mercado siendo alguien, con una voz, con capacidad de negociación y suministro a la gran cadena, con calidad y homogeneidad.
    Hoy, es fundamental cerrar ciclos, generar sinergias, situar nuestros productos en los lineales sin intermediarios. Esto lo puede conseguir una gran empresa, que es el concepto que debemos asumir los cooperativistas. Una empresa con dimensión, técnicamente solvente, con departamentos perfectamente definidos y profesionalizados. La cooperativa agroalimentaria está más vigente que nunca. El viejo concepto de un hombre un voto está superado, en unos casos por la ponderación que la ley permite y otras porque superando cierto número de socios pierde sentido.
    Como bien apuntas, tienen que coexistir diferentes modelos de cooperación, pero potenciar el cooperativismo deberá suponer incrementar sus activos en base a un incremento de su volumen de negocio, innovación, adaptación al mercado, diversificación, solvencia y, si es posible, incremento del número de socios. La cooperativa ha de ser una empresa en toda regla, el resto, donde cada uno dispone de su producto para su libre comercialización no debería definirse como cooperativa, es una empresa que presta determinados servicios a la carta, pero que no incrementa la capacidad de hacer frente a una distribución cada vez más fuerte, que sigue manteniendo un sector atomizado, poco profesionalizado y, a mi parecer, con poco futuro, salvo productos nicho muy definidos y de singular calidad donde algún proceso artesano sea el elemento diferenciador.

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  5. Gracias José Andrés por leer el texto y por tus comentarios sobre un tema que vives día a día. Lo que he procurado es mostrar los cambios que se están produciendo en el cooperativismo de determinados subsectores, no en todos. Son cambios que hay que analizar, ya que, en muchos casos, atentan contra los principios de cooperativismo, y le impiden avanzar en proyectos de cooperación de mayor alcance. También pueden verse como innovaciones que reflejan la flexibilidad del cooperativismo para adaptarse a escenarios complejos. El debate está servido.

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  6. Ótimo texto. Aqui no extremo sul do Brasil não é diferente. As cooperativas (poucas que ainda existem) são verdadeiras empresas de acumulação capitalista, onde os sócios tem mínima participação nas decisões ou divisão dos benefícios destas organizações. O verdadeiro espírito cooperativista é uma boa forma de fortalecimento da democracia, principalmente em regiões de forte presença "coronelista"
    Gabriel Porto Fiori

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    1. Gracias Gabriel por leer el texto y por tus comentarios. Saludos cordiales.

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  7. ¡Hola! Soy Manuella Oliveira, y estoy doctoranda en sociología en Nordeste de Brasil. Estudio y investigo sobre cooperativismo agrario desde hace 9 años. Soy profe también de este espectacular asunto que me llama mucha atención.
    Me gustó mucho su reflexión sobre el cooperativismo agrario, sobre todo por hacer su reflexión no solamente de un punto de vista teórico, pero también presentando experiencias en Europa y Brasil. Bien verdad que las organizaciones económicas productivas sean cooperativas o empresas privadas son compelidas a presentar respuestas puntuales y eficaces a los requerimientos de los diversos mercados. Bien cierto también que en la historia del cooperativismo agrario en Brasil muchos se utilizaran de este modelo para beneficiarse económicamente para privarse de pagar impuestos, por ejemplo.
    Bien, en el caso de las cooperativas, los ejemplos más ilustrativos de esta competición son encontrados en aquellas del sector financiero y en el de producción agrícola. Paradojicamente, son estas “cooperativas tradicionales” aquellas que más sirven de recursos poco ortodoxo al mundo cooperativo y que, por su comportamiento agresivo en el mercado, más se asemillan a las grandes organizaciones capitalistas.
    Las cooperativas son ejemplos de empresas que necesitan y precisan adaptar su capacidad productiva, comercial y financiera para enfrentar la concurrencia de las grandes empresas capitalistas. Las cooperativas deben ser competitivas de “la puerta afuera” y de “la puerta adentro” respectar y seguir cualquier acuerdo establecido con su estatuto social, por supuesto, orientado por los principios y valores cooperativos. En la literatura es posible verificar que en los contextos de producción y circulación de mercancías requieren que las cooperativas agrícolas desarrollen alianzas, establecerán fusiones y adquisiciones de empresas que busquen aparceros y conquisten nuevos mercados, procediendo de manera semejante a las empresas capitalistas.
    A través de ellas, en este sentido, es posible situar la agricultura mientras un campo privilegiado para verificar las posibilidades de acción flexible, reconversión productiva, y nuevas formas de actividades industriales. A ejemplo de eso, en mi tesis de maestría he realizado una investigación sobre una cooperativa de según grado, “Casa APIS” (2005), en Picos en la provincia de Piauí, nordeste del Brasil. Después de muchos cambios productivos generados por la imponencia de las grandes industrias de São Paulo en la ciudad (algodón; ajo, “cera de carnaúba”), los productores locales tuvieran que cambiar sus producciones hasta llegar a la producción de la miel y caju (fruto local). Estas dos producciones resultaran en un gran investimento para consolidar la cadena productiva de la miel.
    Creo que sea importante discutir sobre referencias empíricas y las perspectivas analíticas usadas, ya que revelan nuevas dimensiones y el potencial del cooperativismo agrícola y general para resolver las tensiones que presentan en sus relaciones con el mercado.

    Abrazos

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  8. Le agradezco la lectura del texto y sus excelentes comentarios sobre la realidad del cooperativismo, que demuestra el buen conocimiento que tiene de este tema. Saludos cordiales.

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