LA NOCHE DE LAS PRIMARIAS
(versión ampliada del texto publicado en el Diario Córdoba el 24/05/2017)
(versión ampliada del texto publicado en el Diario Córdoba el 24/05/2017)
La del 21-M fue una noche apasionante. Por una vez,
la política pudo con el fútbol, y hubo más gente pendiente de los resultados de
las primarias socialistas, que de la celebración del Real Madrid en Cibeles por
la obtención de la Liga. Y eso que eran las primarias de un partido como el
PSOE que no pasa por sus mejores momentos. Pero, la importancia que para la
gobernabilidad de España aún tiene el centenario partido socialista, explica la
gran expectación que despertaba en distintos círculos de opinión los resultados
sobre la elección de su Secretario General. Las noches electorales siempre están
cargadas de gestos que retratan la magnitud del acontecimiento, y que valen más
que los discursos justificativos de rigor. Estas son mis impresiones.
a) Las primarias han supuesto un ejercicio
extraordinario de movilización de una militancia socialista que, adormecida en
unos casos, e indignada en otros, se ha implicado en el proceso con una
participación de más del 80%. Eso es, en sí mismo, un valor que dice mucho de
la capacidad de las bases del PSOE de movilizarse, y que en este momento
constituye su principal capital como partido.
b) También han mostrado la independencia de la
militancia socialista a la hora de votar, ya que no se ha visto neutralizada por
la fuerte influencia que han ejercido los diversos poderes fácticos, sea mediáticos,
económicos o políticos. Las diferencias entre el número de avales y el número
de votos de los candidatos, dice mucho de la independencia con la que se han
comportado los afiliados del PSOE.
c) Los resultados han puesto de manifiesto la
importante brecha existente entre la militancia y lo que coloquialmente se
llama el “aparato”, constituido en este caso por los “barones” regionales (en
su gran mayoría decantados a favor de Susana Díaz) y por una Comisión Gestora
que, más allá de la aparente neutralidad de su presidente (el asturiano Javier
Fernández), no ha sido, en opinión de muchos militantes, imparcial. La imagen
de la concentración de militantes en las puertas de Ferraz gritando “Esta casa
es nuestra”, acompañados de gritos de “¡Pedro! ¡Pedro!” y del canto de La
Internacional, vale más que mil palabras, mostrando la brecha entre una
“aparato” y una “militancia” que interpretaba la victoria de Pedro Sánchez como
una especie de “reconquista” del fortín socialista del que habían sido
desalojados.
d) La derrota de Susana Díaz supone también el fin
de lo que se ha llamado el “felipismo”, retratado en el apoyo a la dirigente
sevillana de los más emblemáticos dirigentes socialistas (Felipe, Guerra,
Rodríguez de la Borbolla, Abel Caballero, Bono,…) y de los secretarios
generales Zapatero y Rubalcaba (no así de Almunia), que hoy puede que estén lamentándose de no haber apoyado a Patxi López. Es un rechazo
en toda regla de una generación de políticos socialistas que han contribuido a
las reformas democráticas de nuestro país, pero que se ha resistido a dejar la
primera fila y se ven desairados por un amplio sector de la militancia que no
se reconoce en ellos.
e) En cuanto a las reacciones de los candidatos
derrotados, la de Patxi López fue impecable felicitando al ganador, poniéndose
al servicio del nuevo Secretario General y dispuesto a colaborar para unir e
integrar al PSOE. Por el contrario, no se puede decir lo mismo de la reacción de
Susana Díaz. En su corto discurso, no se puso a disposición de Pedro Sánchez,
sino a la del partido (¿qué significa eso?), y salió de Ferraz de manera
intempestiva sin esperar a escuchar las palabras del nuevo Secretario General.
Comprendo que no era plato de buen gusto para Susana Díaz salir a escena en esa
aciaga noche, cuando todas las grandes expectativas de victoria que se le
habían creado por ese círculo de aduladores que suelen acompañar a los
políticos, se habían venido abajo en cuestión de minutos. Pero, la imagen de su
reacción en la noche del 21M, rectificada al día siguiente, quedará en la memoria de los militantes
socialistas, y puede que actúe como una pesada losa sobre Susana Díaz si algún día
decide reiniciar el proceso de conquista del poder en el PSOE.
f) La reacción del ganador Pedro Sánchez, tiene dos
lecturas. Una interna, dirigida a los militantes que le han apoyado, a los que
les ha trasladado con bastante realismo que nada termina el 21M, sino que todo
empieza esa noche, dando a entender que comienza un camino nada fácil de
renovación del partido, cuyo primer escenario de dificultad será el próximo
congreso extraordinario. Como corolario de ese mensaje interno, está la mano
tendida a todo militante que, no votando a su candidatura, esté dispuesto a
participar en ese proceso de reforma y regeneración. La lectura externa se
puede expresar en el cambio del “No es No” que le ha acompañado en su campaña,
al “Sí es Sí” que gritaban sus votantes en la noche de las primarias. Si unimos
eso a la afirmación de Pedro Sánchez de que el PSOE, además de aspirar a sustituir
en la jefatura del gobierno al PP, hará una oposición útil, nos encontramos con
un mensaje que no parece guiado por el resentimiento, sino que se proyecta al
futuro, un futuro cuya primera prueba de fuego será la moción de censura
presentada por Unidos Podemos hace unos días.
Son impresiones de una noche de la que se sale con
la convicción de que el cambio y la regeneración del PSOE comienzan,
efectivamente, el día después del 21M, pero también con la sensación de que no
va a serle fácil a Pedro Sánchez y su equipo. Su fuerza, basada en la
militancia, es una fuerza emocional, lo que no es baladí, pero carece de la
fuerza orgánica necesaria en todo partido político para emprender una reforma
profunda de sus estructuras y modelo de funcionamiento.
Me temo que las primarias han sido un primer asalto
de un combate que tendrá en el congreso extraordinario de junio su continuidad, aunque no su desenlace final. Sectores hoy instalados en el “aparato” se resistirán a perder sus
posiciones de poder en favor de una militancia que, en su mayor parte, está
formada por afiliados que no han ocupado cargos orgánicos y que aspiran a
ocuparlos, o por militantes con cuentas pendientes dispuestos a saldarlas. De
cómo satisfacer esas aspiraciones, y de cómo frenar la inevitable actitud
revanchista que suele instalarse en los corazones despechados, dependerá el
futuro del proyecto de Pedro Sánchez, pero también el futuro del PSOE como
alternativa de gobierno.
El cambio y regeneración del PSOE no puede hacerlo
sólo el grupo ganador, por mucho que haya obtenido una incuestionable victoria
con más de la mitad de los votos de los militantes. Necesita contar con una
amplia base de apoyo, y eso pasa por atraer a lo mejor de los equipos de los
otros dos candidatos, equipos que cuentan con personas de valía política y
profesional que no pueden ni deben ser desaprovechadas en un arrebato de
soberbia y arrogancia por parte de los ganadores.
Porque no es sólo sustituir unos cargos por otros,
sino algo mucho más difícil, como es elaborar un programa de gobierno con
propuestas creíbles y factibles que respondan a los complicados retos de la
España del siglo XXI (de reformas económicas, de regeneración política, de
igualdad y cohesión social, de reforma de la estructura territorial del Estado,
de posicionamiento en la escena europea,…) y que marquen diferencias respecto a
otros partidos.
Pero para ello, el PSOE se tiene que mostrar como
un partido reconocible, dispuesto a afrontar ese desafío en cooperación con
otras fuerzas políticas afines, pero también con partidos que, situados en
posiciones ideológicas distintas, son necesarios para abordar las reformas
constitucionales y los grandes temas de Estado. Tal es la diferencia entre un
partido con vocación de gobierno, que es lo que ha sido el PSOE en estos
cuarenta años de democracia, y un partido condenado a ocupar un espacio en la
oposición. Ese es el dilema que tiene que resolver Pedro Sánchez y el equipo
que salga del congreso de junio.