CAMBIO DE HORA Y RACIONALIZACIÓN
DE HORARIOS
La frase “una hora menos en Canarias” forma parte
del paisaje sonoro de los españoles desde los años 40 del pasado siglo XX hasta
la actualidad. No sólo es un slogan utilizado para promocionar las Islas Afortunadas,
sino que encierra algo más. Indica que el horario de nuestras islas no está en
sintonía con el del resto de España, sino con el del Reino Unido y Portugal.
¿Es una anomalía la hora de Canarias, o la anomalía está en que la Península
Ibérica tenga una hora más que el horario de esos dos países cuando estamos en
el mismo huso horario? Estas preguntas surgen todos los años cuando se produce en nuestro país el primer cambio de hora, reabriéndose el debate sobre sus
ventajas e inconvenientes.
Algunos datos
geográficos
Como sabemos desde la escuela primaria, el globo
terrestre está convencionalmente dividido de Este-Oeste en 24 meridianos
(líneas imaginarias que unen el Polo Norte y el Polo Sur). El espacio
comprendido entre cada dos meridianos es lo que se denomina “huso”, y dado que
la tierra es una esfera, cada uno de esos 24 “husos” abarca 15º (geográficos).
Como además, cada 24 horas, el globo terráqueo da una vuelta sobre su eje,
resulta que cada “huso” equivale a una hora (de ahí lo de “huso horario”). El
territorio comprendido dentro de un mismo “huso horario” suele tener la misma
hora oficial, aunque, dentro de él, cada localidad tenga el tiempo solar que le
corresponda según su posición geográfica.
Se considera “meridiano cero” el que pasa por la
estación británica de Greenwich (en Londres). Ese meridiano es el que, por
convención internacional, marca el llamado “Tiempo Universal Coordinado”. Eso
significa que la hora oficial de cualquier lugar del planeta tiene que estar,
respecto al TUC, adelantada (si está al Este) o retrasada (si está
al Oeste), tantas horas como husos le distancien del meridiano “cero”. Por
ejemplo, si el reloj de Greenwich marca las 12.00 horas, el de Alemania (que está
al Este, justo en el siguiente huso horario) tiene que marcar una hora más
(13.00 horas), y el de Argentina cuatro horas menos (08.00 horas al estar
cuatro husos al Oeste).
De ese modo, cuando el territorio de un país tiene
una extensión Este-Oeste que no supera un huso horario (como es el caso de
España), suele acordarse por convención que los relojes marquen la misma hora civil
en todos los lugares de su territorio, aunque sea obviamente diferente la hora
solar de cada localidad. Gerona, por ejemplo, tiene una hora solar distinta de
la de La Coruña (casi una hora de diferencia), pero por convención consideramos
que los relojes tienen que marcar la misma hora en ambas ciudades.
Sin embargo, si un país tiene una extensión mayor
que la de un huso horario (como ocurre con EE.UU., Canadá, Rusia, China o
Brasil), suele acordarse un horario diferente en su territorio: por ejemplo,
entre Nueva York y San Francisco hay una diferencia horaria oficial de tres
horas, al haber una distancia geográfica de tres husos horarios entre ambas
ciudades.
El tema de cambiar el horario en primavera (adelantar
el reloj una hora) y en otoño (retrasarlo una hora) viene de antiguo. Ya
Benjamín Franklin lo propuso, sin éxito, en 1874, cuando era embajador de
EE.UU. en Francia. Pero no fue hasta la I Guerra Mundial que muchos países
adoptaron temporalmente esta medida para ahorrar combustible, haciendo lo mismo
durante los años de la segunda conflagración bélica. Más tarde, con la crisis
del petróleo en 1973, muchos países volvieron a aplicar esta medida, que se ha
mantenido desde entonces. Excepto Japón, los países de la OCDE la aplican en
sus territorios, siendo ya casi un centenar los que la han adoptado.
En lo que se refiere a los países de la UE, la Directiva
2000/1984 comenzó a regular esta práctica, y desde entonces la UE ha venido
publicando cada cinco años el calendario con las fechas en las que había que
proceder al cambio de horario (por lo general, el último domingo de marzo y el
último de octubre). En 2001, una nueva Directiva europea, convirtió en
permanente la política de cambio de hora, y desde entonces se aplica en todos
los países de la UE (en España se regula por el RD 236/2002 de 1 de marzo).
La anomalía
española
Si se observa con detenimiento el globo terráqueo,
vemos que España (salvo Canarias) se encuentra en el mismo meridiano que el
Reino Unido. Como he señalado, el meridiano “cero” pasa por la ciudad inglesa
de Greenwich (al lado de Londres), pero también por la española de Castellón.
Esto significa que todo el territorio español está dentro del huso horario del
meridiano “cero”: la mayor parte de nuestro territorio cae al Oeste del
meridiano de Greenwich, y sólo una pequeña parte al Este (la que coincide con
todas las provincias catalanas y alguna fracción de las aragonesas).
Al estar todo el territorio español en el mismo huso
horario que el Reino Unido, lo lógico, en términos geográficos, es que nuestra
hora coincida con la británica. Pero esto no ocurre así en la práctica. Hay diferencia
de una hora entre el Reino Unido y España (salvo Canarias, que tiene la hora
británica). ¿Por qué ocurre esto? ¿Cuál es la explicación de esa anomalía?
La explicación es que España, en 1942, en plena II
Guerra Mundial, cuando el gobierno de Franco era aliado de la Alemania nazi y
de la Italia fascista, quiso equiparar su horario con el de estos dos países a
pesar de estar sus respectivos territorios en husos diferentes. Esto hizo que
nuestros relojes se adelantaran una hora, tiempo que ya no hemos vuelto a recuperar
desde entonces, pues, terminada la conflagración bélica, el gobierno español
mantuvo ese horario, y, por tanto, la anomalía se hizo permanente. De esa época
procede la frase “una hora menos en Canarias” con la que iniciaba este
artículo, ya que geográficamente era inadmisible que la hora canaria se
equiparara a la alemana, dado que entre ambos territorios había una distancia
geográfica de dos husos horarios.
Hasta 1974, España mantuvo esa diferencia de una hora
respecto al tiempo solar durante todo el año (los que fuimos niños en la década
de los 60 recordamos que los cines de verano comenzaban a las nueve de la
noche, justo cuando ya oscurecía). Desde esa fecha, siguiendo la estela de
otros países para ahorrar energía, el gobierno español procedió a adelantar la
hora en el periodo primavera-verano, con lo que introdujo el desfase de dos
horas respecto al tiempo solar, añadiendo una hora más a la ya perdida en 1942 (el
IDEA estima que en España se ahorra con esta medida un 5% de consumo energético,
equivalente a 300 millones de euros, la mayor parte en las empresas).
A ello habría que añadir el desfase adicional que
se produce en la mayor parte del territorio español por estar casi todo él,
como he señalado, al Oeste del meridiano “cero”. Así, en La Coruña la
diferencia respecto de la hora solar en el periodo primavera-otoño no es de dos
horas, sino de casi tres, al estar a 10º de distancia geográfica respecto de
Greenwich (equivalente a 50 minutos en tiempo solar).
Esto es lo que explica que nuestro horario oficial
esté desfasado una hora respecto al sol en el periodo de otoño-invierno y de más
de dos horas en el periodo de primavera-verano. El argumento del ahorro
energético (sobre el que no hay acuerdo pleno ni siquiera entre los
especialistas) se ve contrarrestado por informes médicos que hablan de los
trastornos que el cambio horario produce en el sueño (sobre todo, en los niños).
A este debate, ya de por sí complejo, se incorporan algunos argumentos
económicos, tanto a favor, como en contra, especialmente procedentes del sector
de la hostelería, favorable a que se aproveche el máximo de horas de sol.
La opinión pública también se hace eco de este
asunto. Algunos prefieren el actual horario de primavera-verano para que las
horas de sol puedan aprovecharse al final de la jornada laboral, pues
consideran absurdo que, si se vuelve al horario de Greenwich, amanezca en
verano alrededor de la 06.30 de la mañana cuando la jornada laboral suele
comenzar a las 08.00. Otros, por el contrario, ven insano que, con el actual
horario, a las 22.00 horas esté todavía el sol en el cielo de verano,
provocando que tengamos que retrasar el momento de ir a dormir.
Sea como fuere es un tema controvertido, que
incluso está entrando en la agenda política; de hecho, en el programa electoral
de Cs y en el pacto firmado con PSOE hay un punto sobre la necesidad de que
España recupere la hora perdida. Este tema también ha sido recogido por Rajoy
en una de sus últimas intervenciones públicas.
La
Asociación Nacional por la Racionalización de los Horarios en España (ARHOE)
La Asociación Nacional por la Racionalización de
los Horarios, creada en 2006 (aunque sus inicios se remontan a 2003), no se
opone, obviamente, a que España cumpla la Directiva europea sobre cambio de
horario. Lo que reclama esta asociación es que nuestro país recupere la hora
perdida en 1942 y se rija por el horario que nos corresponde por nuestra
situación geográfica (el de Canarias y el Reino Unido). La ARHOE propone, por
tanto, que en el periodo otoño-invierno nuestra hora civil coincida con la
solar, y que en primavera-verano hagamos el cambio que hacen todos los países
europeos, pero con la diferencia de sólo una hora respecto a la solar (y no dos
como ocurre ahora).
¿Cómo se haría esto? Muy fácil. Bastaría con que un
año, sólo un año, dejara de hacerse el cambio horario de final de marzo, y se
mantuviera la hora oficial hasta final de octubre, con lo cual se recuperaría la
hora perdida. Desde ese momento, España tendría la hora que le corresponde por
su situación geográfica, y podría seguir cumpliendo la directiva europea de
cambiar el horario en el periodo primavera-verano y el de otoño invierno, pero
ya sin el lastre de la hora perdida en 1942.
Pero la reivindicación de ARHOE va más allá que la de
recuperar esa hora perdida, ya que plantea la necesidad de que se racionalicen
los horarios españoles, algo que esta asociación y las numerosas personalidades
y expertos que la apoyan, consideran totalmente inadecuados. Cree que la recuperación de la
hora perdida puede ser una oportunidad para racionalizar nuestros horarios e impulsar
la modernización de nuestro país en esta materia. En tal sentido propone impulsar
medidas que faciliten adelantar en una hora nuestro almuerzo y cena, con lo que
eso implica de cambios en los horarios escolares y laborales. Además, la ARHOE considera
necesario que las distintas cadenas de TV adelanten sus programas de máxima audiencia en,
al menos una hora, para evitar que comiencen a las 22.30 y finalicen pasada la
medianoche, como ocurre ahora, algo que es difícilmente de entender fuera de nuestro
país.
Hilando este y el anterior artículo, también sería pertinente una racionalización del calendario, donde hay un elemento movible que, según todos los expertos, trastoca las programaciones educativas, como es la Semana Santa. Debería o fijarse una fecha fija para la Semana Santa, o bien desligar las vacaciones escolares de esa celebración religiosa
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