NUEVAS ELECCIONES
No creo que repetir las elecciones sea un fracaso.
Demuestra que nuestro sistema democrático tiene mecanismos para garantizar la
gobernabilidad, y que una situación de bloqueo, como la que se produce ahora
después de cuatro meses, no amenaza la estabilidad de la democracia española.
Es preferible ir a nuevas elecciones que continuar
con la apariencia de una negociación entre dirigentes políticos que han
demostrado no tener ninguna confianza unos con otros y que, sólo por miedo,
pueden llegar a un mal acuerdo un minuto antes de que acabe el plazo marcado
por nuestra Constitución.
No puede salir nada bueno de un pacto en el último
momento entre PSOE y Podemos, cuando sus dirigentes han demostrado el profundo
poso de desconfianza que les separa, y eso a pesar de la convergencia existente
entre sus respectivos programas de gobierno. Sería un gobierno inestable y
siempre con el riesgo de ruptura ante cualquier eventualidad de las muchas que
suceden en el ámbito de la gestión política.
Tampoco puede salir nada bueno de un acuerdo de
última hora entre PSOE-PP-Cs, que premie el inmovilismo de Rajoy esperando recibir
los despojos de sus rivales. La gran coalición o algo parecido, si es que
llega, debe esperar a que madure por la fuerza de las convicciones de los que
participarían en ella, pero no puede estar basada en la resignación de los
otros y ser fruto de la frustración.
Todos los partidos han tenido tiempo suficiente
para mostrar ante la ciudadanía su capacidad o incapacidad de diálogo, su
rigidez o flexibilidad, su inmovilismo o dinamismo. Algunos incluso se han
sometido sin éxito a la votación de investidura a sabiendas de que era
imposible lograr la mayoría necesaria. Otros hasta se distribuyeron con
antelación carteras ministeriales en un alarde surrealista de vender el oso
antes de cazarlo
Si no han sido capaces de formar gobierno, es la
hora de que los ciudadanos hablemos de nuevo en las urnas. Seremos ahora unos
ciudadanos mejor informados que el 20-D, con más conocimiento sobre las
virtudes y defectos de los diferentes partidos, y con mayor legitimidad para
exigir que hagan público no sólo sus programas electorales, sino también que nos
den algunas orientaciones sobre sus posibles políticas de pactos
postelectorales (aun sabiendo que eso siempre depende de los resultados). Sea
como fuere, seguro que serán unas elecciones más interesantes y útiles que las
anteriores.
Habrá probablemente más abstención, y hasta es
posible que los porcentajes de voto no varíen mucho, pero los resultados que
arrojen las urnas tendrán un efecto diferente. Habrá partidos que, obteniendo
un porcentaje similar de votos que el 20-D, tendrán más claro el papel que han
de desempeñar en la nueva legislatura y se convencerán de la inconveniencia de
intentar repetir pactos que en esta fase no le han llevado a ningún sitio.
Otros habrá que, no obteniendo el crecimiento al
que aspiraban, abandonen su estrategia maximalista para acomodarse a la
realidad de los hechos y ser más proclives a desarrollar acuerdos de menor
alcance, pero más viables. Por último, no faltarán los que, reforzados en las
nuevas elecciones, salgan del inmovilismo que les ha caracterizado hasta ahora,
ejerzan el liderazgo que no han ejercido en esta fase y ofrezcan alianzas
creíbles y aceptables de gobierno.
Muy de acuerdo con tus afirmaciones. Me cuesta trabajo entender ciertas declaraciones en las que se pone de manifiesto que una nueva consulta en las urnas es un fracaso del sistema, cuando -todo lo contrario- es una manifestación de salud democrática. Me parece de una mediocridad insondable, que el más rotundo argumento contra una nueva consulta, sea el coste económico de su organización.
ResponderEliminarGracias por tus análisis alejados de la pasión y el sectarismo.
Muchas gracias Javier por tus siempre atinados comentarios. Un abrazo
EliminarY quién paga política y económicamente la incapacidadd de los dirigentes de los partidos y de sus organizaciones? Podrán presentarse aquellos que han demostrado que no saben o no quieren dialogar democráticamente para llegar a acuerdos? Y los costes? Quién paga la recampaña? Y los gastos en los que ha incurrido el erario público desde el 20-D hasta el 2-M en salarios y gastos ad hoc? No, no estoy de acuerdo contigo, Eduardo. Desacatar el mandato de las urnas es democrático, claro que sí, pero también lo es penalizar a los que no cumplen el mandato soberano de los ciudadanos. Si no se valora de esta manera el resultado de unas elecciiones, ¿qué le va quedando a la sociedad civil para considerarse parte del sistema democrático? Las penas por delitos como el fraude forman parte de un sistema democrático y es hora de que se le apliquen también a los polīticos y sus acciones en campos como éste. La frivolidad debe estar penalizada en política. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias Emilio por tus comentarios. Un abrazo
EliminarMuchas gracias Emilio por tus comentarios.
EliminarReducir la democracia al formalismo de la carta constitucional y determinar su fracaso o éxito a la virtud de sus mecanismos legales es una abstracción semántica que ya apunta ab initio la circularidad del resultado.
ResponderEliminarSi me permites mi opinión, el fracaso no se predica del sistema, sino de los líderes que lo gestionan por cuanto no han ejercido la esencia del sistema que consiste en la búsqueda de consensos, no en la santificación de la dictadura de la opinión mayoritaria, que es lo que en todo momento se ha escenificado tras las elecciones pasadas.
El análisis legalista podrá enfocar la lupa en el mejor o peor funcionamiento del entramado constitucional. pero el análisis sociológico ha de enfocar la cualidad democrática de los líderes que gestionan el mandato de las urnas. Y es esa cualidad la que desde mi punto de vista se critica como fracasada. Un saludo.
Yo estoy de acuerdo con Eduardo. En cuanto a diberso, no acabo de entender la referencia a pagar salarios en esta fase interina. Los sueldos hay que pagarlos siempre, creo yo. Sobre el coste electoral se habla mucho, como si fuera la clave de la crisis. Pero si se repiten elecciones es porque el sistema estaba diseñado de tal manera, con consenso, por cierto, de casi toda la sociedad, y para salvar una situación que, en eso estoy de acuerdo, ha retratado la capacidad/incapacidad de los líderes actuales
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